Ciudad querida, ciudad temida, ciudad de acogida. No cierres la puerta de tu perdón, y haz sonar las campanas del Torreón, cuando observes por tus plazas la pasión.
Porque mi Catedral es mi casa, mi pueblo mi alma, y mi religión… la gente, que en feria, sale buscando diversión, por los jardines del Malecón.
¡Qué el amor a mi Región lo demuestro, con el plenilunio de mi crecimiento!
Murcia, murcianos, moros y cristianos, alabemos con acuidad nuestras enseñanzas, en el Santuario de la Esperanza. Lavemos en su río, la imagen de nuestras enseñas, para mostrar nuestras purezas. Y hagamos camino a Caravaca, pues es Tierra Santa, y subamos los caballos al Castillo, con una gran alharaca.
Murcia, murcianos, moros y cristianos, alabemos el mantón de nuestra Virgen que sube descalza a su casa, para que podamos beber de Fuente Santa, y así, nos podamos sentir hermanos de alianza.
Porque en mi ciudad se asienta la paz, puesto que Dios la hizo tallar, para ver sus pasos e imágenes pasear por la Capital, no existiendo nada igual. ¡Cómo imaginar Salzillo, que era Dios su martillo!
Murcia, murcianos, mis huertanos, representemos a nuestra huerta, con una bandera de siete coronas. Y dejad que los chiquillos dibujen sus cuatros castillos, cuando terminen de madurar los membrillos. Qué se cosa con el mejor hilo seda, que en antaño fue leyenda. Y que su color sea el de las mejillas de las enamoradas, cuando desgranen las granadas, que le han sido regaladas, para cocinar migas de pan, para que sus murcianos nos las dejen de amar.
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