Entraña peligro no haber existido, aunque tu nombre aparezca en la cumbre de los asirios.
Entraña peligro no haber nacido, si se está viviendo sin el alumbramiento de lo certero.
Entraña peligro recorrer un camino incierto por los lodos del infierno, para rogar a Dios y al cielo, la misericordia de no ser un extranjero, en tierra maldita con sangre al cuello.
Entraña peligro el asilo de mi cuerpo, dejando mi conciencia en el arenero.
Entraña peligro no pertenecer a ninguna patria, por la miseria del poder cuando ya no hay un rey.
Entraña peligro el conflicto de las muertes en terreno de aduanero, con marchitas sonajas del jaranero.
Pero, alivio entraña el día con el alba, para cubrir las tinieblas sonadas, en un mundo certero de razón con conocimiento, en el que el refugiado se convierte en el telonero, el desahuciado en el albero del argumento, y el despreciado, en el estruendo aplauso del aclamado zaguero .
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