jueves, 31 de diciembre de 2015

La Reina Triblot. El Bosque

PRIMERA PARTE


CAPITULO I: EL BOSQUE DE LOS CUATRO SABLES


Erase una vez,


En un oscuro día gris, donde la luz no hizo aparición en todo el país de Triblot, un anciano del lugar llamado Urlas, de aspecto desagradable y raído, famoso por sus brebajes y maleficios, fue reclamado por el Rey Sego con una urgencia inusual. La misión fue encomendada a tres guardias reales, que murieron en su cometido,  pues el anciano vivía en el bosque de los Cuatros Sables, un lugar inhóspito, lúgubre y de numerosos peligros desconocidos hasta ahora, pues nadie, había podido salir de aquel lugar con vida, o sin ella, salvo el anciano.

Eran cinco las melodías, las más bellas que jamás se hayan cantando, las que contaban la leyenda de aquel bosque. Estos cinco cancioneros eran como ríos de armonías para los oídos, y hacían que todo aquel que escuchara sus cantos, se bañara en sus letras y se sumergiera en sus ritmos, de tal manera que les inducía a una cascada de ensoñaciones, terminando con la visión de su propia muerte en el bosque. Se convirtió en costumbre para el pueblo de Triblot, escuchar estas canciones el último día de los festejos reales, allá para el mes de mayo. El Rey las hacía cantar por las Sabias del Reino, para lograr reconducir a sus súbditos hacia el camino del correcto.

Según la leyenda,  el bosque representaba el infierno del Reino. Este estaba salvaguardado por cuatro Caballeros. Los Caballeros estaban enlazados por brazos y piernas, de tal forma, que formaban con sus cuerpos las puertas de aquel infierno verde. Mantenían una postura de descanso, y sus cabezas estaban agachadas, mirando hacia el suelo. Cada uno de ellos contaba con un sable en la mano, también enlazados, formando estos, una especie de rejas infranqueables. Los sables eran como cuatro rayos de luna, y su empuñadura parecía estar hecha con la estela de los cometas. 

Estos Caballeros, cuyos rostros estaban formados por las llamas del dolor, ejecutaban con sus sables a los criminales que no habían obtenido el perdón del Rey, pero solamente en aquellos casos, en los que ya no se podía aplicar la justicia del Libro Sagrado protegido por Sabias del Reino. Estos cuatro Caballeros verdugos, emergían de sus posturas de descanso cuando había que dar muerte a los sentenciados, en las puertas del bosque. Eran cuatro las maneras de dar muerte, en función del crimen cometido, despertando así de su letargo, un Caballero u otro.

"El Caballero de armadura blanca, se encargaba de dar muerte a los condenados arrepentidos, cortándoles la cabeza.
EL Caballero de armadura gris, se encargaba de dar muerte a los condenados por violación, con una puñalada en el bajo vientre.
Un caballero de armadura marrón, partía en dos los corazones de aquellos criminales, que habían inducido con su dolor a la muerte de alguien.
Y por último, el Caballero de la armadura negra, sólo hacia acto de aparición, en los casos de alta traición al reino, cortándoles las venas, de tal manera, que su agonía era prolongada durante cuatro días, para que pudieran sentir en sus propias almas envenenadas, el daño y el horror provocado a su pueblo."

La justicia en Triblot era implacable desde la muerte de su primera soberana, la Reina Triblot. Pues cuando se cometía un delito, el Libro Sagrado se abría inmediatamente, para que sus páginas pudiesen describir solas lo acontecido, al son de un sonido de trompetas, que no cesaban hasta que la sentencia era dictada, alertando a todo el pueblo. Era entonces cuando el Libro se volvía a cerrar bruscamente, volviendo a la normalidad el pueblo de Triblot. Sólo en aquellos casos en los que el Libro no dejaba escribir una sentencia, actuaba la justicia del Bosque de los Cuatro Sables, a través del Rey, siendo este el único capaz de cerrar el libro, una vez que había sido ejecutado su propio veredicto.

El Libro estaba custodiado por las sabias del reino, mujeres, todas ellas de apariencia exacta a la de la Reina Triblot,  pero con distinta voz cada una, consagradas desde la muerte de su soberana con el don de la eterna juventud,

Todo aquel que hubiera cometido una atrocidad en su vida, estaba condenado a vagar por el bosque para toda la eternidad. Y en función de dicha atrocidad estaba su pena. Los que habían cometido un delito considerado menor, no por ello, menos atroz, se convertían en animales de la escala superior, como águilas o lobos... Y así, cada maldito, en función de su crimen, se encarnaba en una parte del bosque.

Hasta las piedras eran las tumbas de aquellas personas, que no teniendo derecho a ser enterrados en tierra santa, pagaban una buena cantidad de oro, para poder conseguir el favor del ayudante del sacerdote, con el fin, de que, a escondidas, propiciara con un engaño, a sus descansos mortuorios, en el más consagrado terreno de Triblot.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Feliz Navidad 2015

Hoy amanece de un rojo intenso mi cielo azul,
por los tintes anaranjados de un sol, que otra vez,
en su ausencia, la más aclamada de la añada, volverá a dejar paso, 
como cada diciembre, veinticuatro, a la divinidad
del más celeste morado, que puedan imaginar nuestros corazones,
para representar una noche de buenas intenciones,
colmada de todos los colores y manjares de amores,
para formar un ramo de las más lindas flores, 
que puedan burlas las balas de los odios y de los rencores.

Feliz Navidad 2015






jueves, 17 de diciembre de 2015

Sol opuesto

Preparas la pluma cómo si de un puñal se tratase.
Ritual cruel de papeles, tinta, luz y ausencia de gente,
donde la sangre del becerro se derrama en letras
preparadas, desalojadas de arrebatos oscuros,
 y de pesquisas pequeñas, pero duchas en esencia.

No brotan ideas, sólo la esfera puntiaguda de la
herramienta de escritura. Aunque notas el fluir del
agua segura, tenue en risas, por el contoneo del "dejarse llevar"
ante la propia corriente, de mi río, pequeño pero tranquilo.

Notas el  fluir de los cañizales de perdones, que asoman por
el sombrero de la tranquilidad de la paz, ante la tormenta
ambigua de la testarudez de la hipocresía, de saber
lo que es cierto: qué yo me arrodillo ante el incienso
de la verdad y de la espera, por no saber callar 
mi amargura y mi adviento, arrastrados
por cuatro corceles negros, más allá de donde
nace el viento ante el sol opuesto.

¡Bendigo la oportunidad de crecer mi cordón de nacimiento,
para que fluyan pensamientos etéreos y ciertos!
¡Exclamo la oportunidad de vida que se me presenta para 
cambiar mi amargura por dichas en la escritura!
y en el saber de la melodía de los nenúfares narrados
por personajes de bien,que quieren presentarnos
un nuevo amanecer, donde mi mano coja la tuya,
para que atada quede la deferencia del naufrago
ante el barco de la locura.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Juegos de tronos

Te levantas y sabes que toda ha cambiado. Miras a tu alrededor y ves la magnífica estampa de tu sombra proyectada en las sábanas. No quieres volar por encima de la fría alcoba, pero tus pies se levantan, sin que puedas poner freno a tu espalda mojada por un sudor, que nace del calor del abrigo de la noche más estrellada, en su cálida y gélida templanza, hasta que la luna haga presencia de luz en la habitación colmada de esperanzas.

Subes por las escaleras, y notas cómo caen al vacío cada uno de los peldaños subidos, en el momento que te alzas para alcanzar la siguiente calza. Ves la oscuridad del pasado, ya roto, al no existir la oportunidad de un temeroso regreso, pues pierde vigor el escalón hacia los recuerdos más profundos, de los días de antaño soñolientos, marcados por los aciertos y los infortunios del tiempo.

Escuchas la radio para estremecerte por el último atentado a la humanización, que no llegas a comprender, en una existencia global marcada por la realidad más virtual. Tu alma se retuerce al pensar, que la noticia pronto será un recuerdo más a olvidar, mientras te aferras a la última sensación de sensatez para comprobar la verdadera humanidad, que sirve como apuesta, en el juego del azar.

Tu mente todavía no llega a entender, que el único juego válido en la corta vivencia de tu existencia, es el de una realidad de coronas y tronos ¿Eres jugador? Te preguntas, aún asumiendo, que en el 98% de tus probabilidades "la banca siempre gana". Banca que forma parte de una economía ficticia, pues ya se sabe, que en el azar, el dinero siempre es un concepto que no se llega nunca a materializar. 

No puedes parar, recuérdalo, porque si paras, el juego se detiene en lo más profundo de unas ansias que están por inventar, para poderte enseñar a ti, sí a ti, compañero de me abrazas con tu mirada, porque tú ahora mismo, eres ese cualquiera que no conozco, pero que por un momento, aunque sea, por un instante, compartimos un mismo destino cruzado en el umbral del punto del destierro del invocado incierto. Punto que nos envuelve, como una manta de vieja escarcha, de coronas de mullidas telas y aromas, para emerger en la nada más cierta de un cuadro pintado en un tiempo atrás, que nos sirve de soporte futuro para las más humildes de nuestras banalidades. Quedando claro, forastero de mis recuerdos, que por segundos compartimos vuelo, es ahora cuando te explico que si paras el juego, va a ser la muerte la que abrece nuestros anhelos, ganadora siempre en la partida de los indecisos vestidos de miedos. 

Muerte que nos quiere mostrar el arte en su caminar,  que también el arte, fue durante un instante preciso, un cualquiera para nuestros sentidos, para hacernos comprender que la guerra es la antesala de la partida ganada al valor y a la bienaventuranza.

Quién no lleva su Guernica dentro, yo lo siento, yo lo entiendo, yo veo la visión de un niño harto de sufrimiento. Un chiquillo en ese momento de inocencia, de intentar pintar su realidad a la más alta conveniencia de la humanidad para postrarse ante ella. Todos somos un Guernica, un punto de Miró, el blanco de Sorolla, un pedazo roto de un cuadro de Dalí, la grandeza de un corazón de naipes de Juan Gris, o esa inocente libertad kandiskiana colgada en la pared, pendiente de la holgura de un hueco, para no dejarse caer al suelo del destierro.

Todos somos arte y aburrimiento, todos somos colas y cabezas al mismo tiempo. Todos somos una extraña pareja de sentimientos, en el póker del abismo y el sueño eterno, donde las apuestas no tienen dueño, y gana el viajero que no se ha parado en el desasosiego, para crear un arte de movimiento, mientras juega con sus propias reglas, marcadas por los años y por el fuego, de un presunto infierno descrito por el Testamento.

Es cambio, aunque no se haya votado en la elección del incauto de convicción, es cambio en tu palabra y en tu encanto, para que leas mis palabras en el arrobamiento de lo más sincero, obviando lo vulgar, para encontrar nuestro lugar fuera de colores de papeletas y urnas de cristal, que opacan nuestra más sincera actitud de cambio a una modernidad, lejos de la virtualidad, que haga plasmar en la dimensión de lo desconocido una cierta espiritualidad en la autentica verdad, de que el mundo vuelve a tener su lugar, fuera de los burdos animales y mudos personajes. Nada se puede hacer ante la elección de lo distinto y de lo etéreo, nada se puede hacer ante la muerte del ingenuo deshecho, por creer en la reinserción de lo vivo por no estar podrido en el hastío.

Sólo cabe esta realidad... la realidad de la ventura en la esencia hacia la libertad de las palabras, que describen las acciones de las más nobles batallas ganadas al pasado, tal y como lo hemos configurado.

Todo ha cambiado, el sur se convierte en norte, pasando por el este que se mezcla con el oeste. Ya no existen puntos cardinales, porque los mapas han dejado de ser la expresión de la localización. Ya no tienen sentido las coordenadas, porque con tan sólo una línea, lograremos proyectar hacia el infinito nuestras almas, a los distintos rincones de una tierra soñada pero no conquistada.

Déjame que entre a través de tus ojos, para que mañana sientas la espalda sudada por la noche más estrellada, y el vértigo de tu escalera deshojada de peldaños del pasado. Déjame que te convenza de que es posible la ausencia de guerra, porque nuestras líneas hechas trazos se pueden cruzar en la encrucijada del azar, para hacernos cambiar a un bienestar general, de esta nuestra sociedad, que nunca dejará de ser nuestra socia por tener la suficiente edad.


martes, 1 de diciembre de 2015

En escena

Se dibuja la expresión más conocida del actor.
Sale a escena con el corazón roto por su propia pasión.
No quiere hablar, no quiere gritar, no quiere correr, no quiere ver, 
por un momento su cuerpo se convierte en algo inane.

Tan sólo quiere sentir el pensamiento de la joven, que se retuerce de placer
en el asiento del lado izquierdo. Nota su calor por un momento,
lo hace suyo. Hace volar su imaginación a tan burda idiotez, de 
complacerla besándole los pies, sin tocarle, su más preciado refugio
oculto, tras el onírico bosque, de rameras y pulsionales princesas.

Siente su poder como una serpiente indolora, basta e ingenua, ante
la adversidad de ese verso, que no brota del pensamiento del actor, 
cuando está en pleno ensueño, que repta para inducir a su víctima
al aplauso complaciente, ligero de vuelo, sin evento para su encuentro, 
sin estruendo, sin sentido en el lago de los asientos.

¡Pobre serpiente! piensa mientras se escapa otra estrofa,
qué venera a la falsa amada, cada vez más domada por sus palabras.
¡Si supiera, esta bella dama, más joven que la primera luna de mis mañanas,
que esas dúctiles estrofas, son cantadas cada semana, para otra joven
desarmada en la esquina inferior, de sus piernas mal aprovechadas!

Es ahora cuando siente el cándido ambiente, de los alientos de sus 
pacientes costaleros de poemas. que construyen el trono de la
complacencia, en una amanecer todavía incierto, en el devenir de parecer
envuelto en sueños.

Es ahora cuando no cesan las palabras, los gestos, los movimientos,
hasta llegar al más estúpido de los agotamientos. Su ser se deviene
entre personajes. que confunde, sin saber quién es él, en una locura 
de frases, unidas al baile de su cuerpo, para hacer más real un guión,
que ya no parece pertenecer a su dueño.

Se para, hay elocuencia en su estampa de personaje sin capa, observa 
a la misma joven, la elocuencia se pierde otra vez, en la imaginación
de verla a ella en el escenario junto a él. Pero las piernas de la dama,
son todavía demasiado pueriles, para cabalgar en las tinieblas de las
sombras de la primavera, entre sables y espadas.

Termina el guión, agacha la cabeza, esta vez, la serpiente no repta.
Culmina su poder, su mirada se dirige a la salvaguarda más cercana.
No tiemblan sus piernas, pero sí las canas de su melena, mientras camina
hacia las bambalinas, cuevas de esperanzas, en tierra de nadie, futuro de
los aplausos repetidos contenidos en el tiempo.

Sus ojos descansan, vuelve la ordinaria mirada, recuerda a la última amada.
Cierra la puerta, y se queda a solas con su alma, hasta la próxima semana, 
para preparar la misma actuación,  que finalizará con el adiós 
de Don Ignacio Quirós, al candor de otra extraña joven, a la que ya
no volverá imaginar más en su constelación de actor, por convertirse
en vulgar, para el acierto divino, de un onírico poema fugaz, marcado
por el destino.





domingo, 29 de noviembre de 2015

Puedo...Puedes

-¿Puedo entrar?

--¿Por qué lo preguntas?

- Porque estoy afuera.

--Sí, ya lo veo.

-Te repito ¿ puedo entrar?

--Si entras, no vas a estar afuera, lo sabes ¿verdad?

-Sí, lo sé ¿por qué me preguntas esa obviedad?

--La mayoría de nosotros cuándo preguntamos si podemos entrar, es porqué ya estamos echando de menos los pasos que hemos dejado atrás.

-No creo que yo eche de menos mis pasos, sólo echaría de menos, los gestos de tu boca, tu entonación, tus palabras dichas, pero no mis pasos dados.

--Entra.
Cierra la puerta, se ha levantado aire y tengo frío.

-De acuerdo, ahora mismo la cierro.

-¿Déjame que me acerque para verte la cara?

--¿Por qué?

-No te conviene que preguntes por los "por qués", empiezo a sentir tu debilidad, además sabes las respuestas de todas tus preguntas, antes de que se formulen en tu cabeza. No me engañas.
!Quiero verte la cara!

--Pues aquí la tienes ¡mírala! ¡mírala bien! y no te olvides de ella ¡nunca!...¡nunca!...¡nunca!

-Eso es, échame tu aliento, acércate más, noto tu respirar, noto tus latidos...deberías hacer más ejercicio, están muy acelerados y todavía no te he tocado.

--Te volvería a matar, lo sabes.

-Sí, lo sé.

Ya lo hiciste hace dos años, cuando tu padre nos prometió que jamás nos iba a acusar de traición. Y fue entonces...

--Y entonces, ¡qué!

-No me hables con ese tono. Dejémoslo estar.

--Sí, te acusé.. te acusé... te acusé por no preguntarme hace dos años si podías entrar, para verme la cara.
Te quise con toda mi alma, y mi alma quedó quebrantada, y yo quebré tus alas.

-Acércate más, para no dejar de notar tu respirar, me gusta ver como se mueve tu pecho.

--Sabes que un pájaro, no puede querer a una niña.

-Ya te quise hace dos años, y esas alas que quebraste te tocaron, y te hicieron volar a lo más alto.

--Sí, y todas las noches soñaba con ello, con las huellas que me habías dejado en el pecho, intentando descubrir que había dentro. Pero eso, ya pasó, yo te maté.

-¿Por qué?

--¿Estás inseguro?
 Porque mi padre no lo hizo, y tú no tenías que vivir.

-¿Por qué?

--Porque fui yo quien te parí. Te enseñé palabras, te enseñé a volar. Te escondí debajo de mi almohada, y todas las noches, cuando venía del colegio y estaba agotada, tú eras quien me consolaba, quién me animaba. Después un día, mi padre entró, y me oyó hablar con la almohada, pensaba, que era natural en una niña de once años de edad, que estaba sola sin hermanas. Hasta que un día me arañaste toda la cara, por alejarte de mi cama. Intentaste arrebatarme el corazón, me arrancaste un diente, me rompiste un dedo, me cortaste el pelo y no lo dejabas crecer, destrozaste el vestido de huertana que me cosió mi madre, y después te lo pusiste para reírte de él. 

Un día, quisiste tirarme por la ventana, ataste la sábana a mi cabeza, me empujaste, y yo intenté defenderme, pero tú no cesabas, por lo que cogí mis tenazas y te corté en mil pedazos, todo estaba empapado de ti, tardé tres días en limpiar la habitación, para no dejar rastro. Metí algunos de tus pedazos en una caja, y los introduje debajo de la almohada a mi padre. Mi padre al verlos se asustó, supongo que fue por la sangre que vió, y gritó cuándo se percató que yo estaba inmersa en un charco de sangre. Me cogió lentamente sin decir nada, y me limpió cómo cuando era bebé. Me miraba con los ojos bañados en lágrimas, fueron estas las que realmente me limpiaron ¡todavía me miro las uñas y me veo las manchas rojas, y el rastro de sangre dejado, semejante al de Pelópidas! Sonámbulo en sus absortos pensamientos, mi padre me llevó al hospital más cercano, y ya no recuerdo más !sí, perdón! recuerdo la cara inerte de mi padre, sin expresión en su mirada, conduciendo sin presencia de su alma. Recuerdo... sí... que hace tres meses que estoy aquí otra vez. Me olvidé de ti también durante mi ausencia, pero ahora me visitas de nuevo, aunque sepa que estás muerto, y mi cabeza empieza a llenarse de recuerdos.

-Recuerda, por favor, recuerda, mírate bien las manos, y mira tu escritorio. Tu padre lo limpió, pero yo fui precavido, y en mi hastío escondí un dibujo tuyo debajo del cajón.
Por favor, míralo.

--Sí, ya lo veo.



Mi cabeza me da vueltas, no puedo pensar.
No quiero pensar ¿Qué me pasa?
Te veo borroso, no me siento.

-Recuerda ¡hazlo!

-- Fue pintado de una manera tan dúctil, cómo la mano de Dios en el altar mayor.
No digas más, qué ya recuerdo.
Recuerdo cómo rompí mi traje de huertana porque no me gustaba el lazo de mi espalda.
Recuerdo que me enfadé con mi mano, por no saber pintarte con la gracia de los ángeles, así que levanté mi cama, y la dejé caer para romperme el dedo del pie.
Recuerdo que no quería salir de casa porque el colegio no me gustaba, mis amigas se mofaban de mis faldas, y me corté el pelo a lo frankenstein en su resurrección. Y mi madre decía: "con esos pelos no sales de casa" ¿te acuerdas?

-Sí, me acuerdo

--Un día mi pecho se volvió monótono, y quise arrancarme el corazón, pensaba que era como un reloj al que podía darle cuerda, qué gracia ¿es gracioso, verdad?

También me acuerdo, sí, ¡es verdad! de que quise volar cómo tú solías hacer, cómo volabas, era impresionante, pero después me di cuenta de que no podía hacerlo, aún atándome una cuerda al cuello.

-Sí, es cierto, yo estaba presente.

--No lo entiendo, y el día del charco de sangre, eso no lo recuerdo.

-No te preocupes, yo te lo cuento. Cogiste unas tijeras, me quisiste romper en mil pedazos, pero te equivocaste de pájaro, ante la furia de mi engaño, que tú misma planeaste, creaste tu epitafio. Te clavaste, una y otra vez, las tijeras que utilizabas para recortar tu más preciados dibujos. No cesabas, cada vez las heridas eran más profundas, creando un lago de sangre, pero de tu garganta no salio ni un mísero lamento, grito o gemido. Todavía no sé cómo, pero llegaste hasta la cama de tu padre, y allí te desplomaste, para... no levantarte, jamás.

--Qué dices, pero si ahora estoy de pie ¡estás loco!

-Tú padre te llevo al hospital, es cierto, pero tú ya no regresaste.

Tú padre te dibujó, porque sabía que el dibujo era tu pasión. Le pusieron al dibujo un hermoso marco y lo colgaron en la pared. Es lo único que queda de ti en esta casa, todo lo demás fue quemado, porque pensaban que se podía contagiar tu enfermedad.

--¡Estás loco! No quiero escuchar más.

-¡Estás muerta! y después de tres meses has podido hablar conmigo, porque el viento me ha traído.

--¡Pájaro inmundo! Te voy a arrancar el pico ¡cállate!

-Mírate bien, sólo eres un dibujo, y yo también. Tú me dibujaste para liberarte de presiones y tensiones familiares. Las discusiones de tus padres, la mofa de tus amigas, los sobresalientes que no llegaban, tu belleza infantil perdida, tu lenguaje pueril...

Conrad Roset

Me hablabas todas las noches, tu sonrisa me encantaba. Me contabas tu día a día, cómo si de una batalla de piratas se tratara ¡hasta me metiste debajo de tu almohada! Tú padre no lo ignoraba, pero jugaba al juego de la ocultación con tu madre, propio de padres ¡si supieran ellos el daño qué hacen con esos dichosos juegos!

 Yo representaba tu esperanza y tus anhelos, hasta que un día viste salir del cuarto de tu madre un hombre lánguido, estremeciéndose por todo el pasillo de tu casa, saliste para comprobar que era tu padre, pero no era. Los gemidos de tu madre te ensordecieron,, no pudiste soportar tal traición. Tu padre estaba a punto de llegar, la mesa estaba puesta para cenar los tres, y allí lo mataste, con las mismas tijeras que después utilizarías para cortarte en pedazos. Tu madre salió despavorida ante horrenda escena, pero enmudeció, escondió el cadáver como pudo, y te protegió. No se lo contó a nadie, nunca lo contó.

Al día siguiente rompiste tu traje de huertana, y a mi, dejaste de hablarme para empezar a odiarme. Dibujaste otro dibujo exactamente igual al mío, y a mí me guardaste en tu pequeña cabaña del árbol que hay en tu jardín. Y ya para que contar más...

¡Ah sí! que el viento me trajo por casualidad aquí, me dejó en la puerta de tu balcón, y es así como empezó nuestra conversación.

--No cuentes más, pues si dibujo soy, ya no quiero hablar más. Viviré en mi marco, viendo la vida de otras personas, arrepintiéndome de mis actos, alegrándome de los buenos gestos, supongo de familiares, invitados u otros ciudadanos. Trataré de enmendar mis trazos...puedo.

-Puedes.



sábado, 21 de noviembre de 2015

FOD

Teniendo en cuenta a Pepe, el PC,
Cartagena-Águilas, Ikea, la Catedral,
y a los albañiles, que dejan en el
paso los materiales inciertos, para 
construir una armonía que se sujeta
lejos del suelo...

Coger lo deshecho, lo sucio, lo viejo,
crear un hogar, un refugio, un encuentro,
fuera de ruidos, estaciones y establecimientos.
Cerca de un sol, lejos del infierno.

¡Qué nada quede sujeto!
Sólo el aburrimiento ante el sufrimiento,
para ponerlo en suspenso, 
tensión del sobrecogimiento.

FOD
¡Qué todo quede sujeto! 
al esfuerzo, para convertirlo en alumbramiento,
de puertas, ventanas y vigas de apuntalamiento.

¡Fuera raíces! para alzar el vuelo,
¡Fuera espacios limpios! de mantenimiento.
Qué se aproveche el sobrante de tu atuendo,
para quitarte el velo.

Juega en laberintos de espacios sin dueño,
sé invita a ello, paredes de colores, perspectivas
que te invitan a un sueño, volver a una infancia
de rectas líneas y difusas rampas, que ocultan
oberturas de exactitud ante un mundo en calma.

Dibujar, pintar... en la rectitud,
de unas líneas, que no van a dejar de avanzar.
Construir... moldear, para que empiece a
sobresalir una cierta dignidad, 
Tapar... sujetar, vías por las que escapar.

¡Ven y descubre lo fácil que es vivir entre
paneles, paños y demás envueltos,
rozando el cielo!
¡Ven y descubre también, lo fácil que es construir
ciudades que nos rompen el sueño,
sin sentido a un cierto respeto.


viernes, 20 de noviembre de 2015

Una historia verdadera


Manuel Pérez
Te alejas con la intención,
de adentrarte aún más
en su más alta estela de
cortinas, rayas y estrellas.

La distancia te hace partícipe
de colores multiplicados en
los pies de una ciudad escondida,
por los rayos de un arco iris,
apagado por la contaminación
de una luz que mira a otra dimensión,
que no se acaba de mostrar.

Rostros hermosos que no te miran,
para que no les dejes de observar.
Gatos de escombros para que nazca
un crepúsculo nuevo,
que no se acaba de crear.

Siento la grandeza de un
hogar de retiro, en el que
el soplo de mi aliento, hace
de humo de una chimenea
que no se acaba de apagar.

Siento que la mediocridad
no cabe en este lugar,
de grandes cuadros que te
llenan en el despertar que está
por llegar, de ahí que este sitio
no se acabe de llenar.


¡Qué bonito es el amor!

¡Qué bonito es el amor!
hasta que tienes que limpiar la casa
para mantener el ansia.

¡Qué bonito es el amor!
hasta que tienes que arreglarte
como un pavo decorado
antes de ser matado.

¡Qué bonito es el amor!
hasta que tienes que leer a Sócrates
para demostrar tu intelecto
en un juego de mates de un insecto.

¡Qué bonito es el amor!
hasta que tienes que mirar tu bolsillo,
para que no se rompa en el suspiro,
de comprobar que puedes seguir el ritmo.

¡Qué bonito es el amor!
hasta que tu juego de piernas provocan
un nudo de manos y caderas
que no se encuentran, para ocultar unas
carnes ya no tan prietas.

¡Qué bonito es el candor!
Si pudiera mostrarte mis arrugas,
mis pelos, mis desvanecimientos,
mis meteduras de pata, mis peores
pensamientos, mis vientos...para mostrarte
¡qué bonito es el amor! si todavía
te dura el sentimiento.






jueves, 19 de noviembre de 2015

Para ti Lucía

Miro, e intento responder,
el por qué de la preocupación de mis padres.

Juego con mis manos sin saber,
el por qué del color de mis labios.

Beso a mis amados para dejarles
un rastro de mi azul terciopelado,
para que haga juego con su rojo anaranjado,
hasta desvanecer de cansancio.

Sigo mi camino con ayuda
de médicos y amigos.

Ondeo mi bandera de colores,
que mis besos han construido,
junto a tu piel,
para prestarme abrigo.

Por eso te pido, que me quieras,
con el rojo de tus venas que yo
todavía no he conocido.

martes, 17 de noviembre de 2015

He muerto, para matarte a ti

La música invade mi cuerpo,
y se funde con el fuego que está adentro.

Los gritos se convierten en melodías,
de empujones, insultos, espanto y atropellos.

París 14-11-2015
Sonidos dispersos, miradas confusas,
cuerpos en el suelo deshechos.
Rojo y negro, tiñe mi lamento,
mi cuero de pensamientos.

Sangre brotando de los manantiales,
de los sin consuelo.

Muertes que salen a escena sin ensayar.
Últimos besos que se dan, para dejar
descansar una boca, que ya no cantará jamás.

¡He muerto! !me mataron!
¿Oyen los que no están aquí adentro?
¡Qué vivan mis verdugos!
si todavía queda aliento, en este concierto.

¡Me convertiré en llama de una vela!
oscurecida por el fuego que queda,
para alimentar el liberto, que nos llega.

¡He muerto! todos al suelo,
qué mi vida ya no va entender más,
de religiones, hampas y demás envueltos,

¡He muerto! todos que miren al cielo,
pues, he muerto para matarte a ti,
si lo justificas con tu credo.






Agua cayendo

Amore

Agua cayendo al foso de un bien inesperado,
de júbilo y alboroto, de nuestra tierra en esbozo.

Sol penetrante, que te abraza y te invita a quedarte,
para elevarte a unos placeres, poco conocidos en el arte.

Ruidos incesantes, que juegan hasta el alba,
para hacernos participes de nuestra más
alta lealtad, a todo aquello que no hallemos en controlar.

Pies, manos, cintura y cuello, en el estrecho pecho,
de sentimientos que siguen el curso, de otra vez, 
esa agua cayendo, a los cielos de un universo paralelo,
dónde nos espera, la complacencia sabia de nuestros abuelos.

¡La más bella de las batallas! será ver, estamentos de infiernos,
en unas alturas que provocarán, sus más helados inviernos,
destrozándolos bajo, de otra vez, ese sol penetrante, que hará
mostrar, la más bella de las sonrisas,  jamás ganada, en un instante.

Destapa

Ryuichi Sakamoto

Tapa lo que se oculta,
con viejo lamento,
en un mundo de sonetos eternos, sin dueño.

Tapa lo que se oculta,
con nuevo aspaviento,
en un mundo de cantares ecuménicos, sin un sueño.

Tapa lo que se oculta,
con vejez, desprendimiento, desconocimiento,
en un mundo de viajes sin regreso.

Tapa lo que se oculta,
pañuelos ocultando rostros oriundos de pobreza,
en un mundo de danzas populares sin fronteras.

Tapa lo que se oculta,
juventud sin cabeza cuando algo desespera,
en un mundo de juegos infantiles sin inocencia.

Destapa lo que se muestra,
edades mezcladas en bien de una lengua que crea.

Destapa lo que se muestra,
caricias prohibidas debajo de una sentencia.

Destapa lo que se muestra,
la sonrisa de un anciano cuando se le tiene en cuenta.

Destapa lo que se muestra,
una vida que camina para salir de una puerta.

Pero ¡por mi eterna esencia suplico, exclamo...exijo¡
que ni se tape, para no ser destapado, una patria nueva
que sostenga la mano del inocente en guerra.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Un día de lluvia en Murcia

Te diriges a la calle, sabes qué no debes hacerlo, pues todo no es cierto, pero ya estás en la puerta.

Sales a la calle, sabes qué no debes hacerlo, pues todo no es cierto, pero tu cuerpo empieza a jugar con su contoneo.

Te mueves por la callejas, sabes qué no debes hacerlo, pues todo no es cierto, pero tu ser se acostumbra al reto.

Te mojas, está lloviendo, sabes qué no debes hacerlo, pues todo no es cierto, pero tu piel reclama el agua del cielo.

Te paras, sigue lloviendo, sabes qué no debes hacerlo, pues todo no es cierto, pero tus ojos exclaman una visión olvidada en el viento.

Caen las gotas de lluvia, primero tardamente, parecen querer domar mis cabellos, mis pechos, mis manos, mis pies encharcados.

Sigue componiendo su lírica el cielo, con truenos y relámpagos a juego, mi oído no puede escuchar un sonido más bello.

Ahora presta la lluvia en caer, quiere romperme para verme desvanecer, pero disfruto porque lo único que cae es mi hiel. Mis ojos me pesan, los líquidos se mezclan, quieren abrazarse, quieren sentirse únicos en un mismo espacio, pero siempre fuera, fuera de una era.

Mi piel se viste de tormenta, mi alegría aumenta, vienen toda clase de recuerdos tardíos, dejas de ser tú, te conviertes en la niña de tu más querida infancia. Los charcos se convierten en barcos, que te llevan al puerto de un alba, que ya no evocas.

Para la lluvia, tu mirada baja, dejas de ser niña, todo cambia, todo continua igual, se acabó tu vals de agua... ya vuelves a seguir a la manada.



domingo, 8 de noviembre de 2015

El solsticio de una cabeza

Cocinando con paciencia, mi vida se presenta.

Un muro solsticial por escalar o derribar, en la temprana existencia de una moralidad.

¿Cuándo alguien hace merecer, posibles coleadas a recoger, por las ansias a envanecer?

No me mires, si me estás viendo, entre vientre y pecho,
No descanses, si estás presumiendo, de tu atuendo de piles curtidas al viento, por la sal y el pensamiento.

No hagas de la proyección acimutal de mi cabeza un círculo de rumbo tomar, si la estola que me viste, no hace honor al brillo de la conciencia en su devenir a endulzar. A endulzar soles de primavera con un otoño sin dejar escapar, en la temprana edad de una infancia surgida en el réquiem de la soledad.



jueves, 29 de octubre de 2015

En una Ciudad sin Tierra: El Plástico es mi Bandera

En una ciudad sin tierra, donde el agua se crea, la luna es mi estrella. 

En un mar de plásticos, la vida transcurre sin espacios, para ver mi sudor brotar, de los anhelos de un país sin conquistar. 

Quiero mi muerte digna, en el lecho de las amapolas grandes, allá donde la gaviota come carne, dónde la vida siga a un estanque de aguas cristalinas, semejando manjares fructuosos, protegidos por los ardientes polímeros secuenciales, entremezclados con restos envenenados de la curtida piel.

Quiero mi esfuerzo enterrar, en cada azada que dé en el suelo de un bienestar por llegar, por un sueño por comenzar, y por un ave a amarrar, a la dicha de mi negra magnanimidad.

¡Qué no exista queja, ni lamento, a mi pesar! ni ardua mirada que penetre en el cansancio sin controlar, para vestir de divinidad las maneras de plantar las profundas semillas a brotar.

¡Qué mi manifiesto sea mi trabajo! ¡qué mi manifiesto sea la vida creada! ¡qué mi manifiesto sea el yantar de cada día! Porque aunque no lo creas, yo soy el que procura tu saciar, con mi energía derramada en cada sustento que tú estás cortejando, sin pararte a pensar.

¡Y repito, qué mi muerte sea digna! qué sea abono de futuros placeres que me hagan merecer, cada gota de sudor, cada surco de mi piel agrietada por la humedad de la soledad plastificada, convertidoa en testigo de una cruel realidad: morir para poder brotar.


lunes, 19 de octubre de 2015

Padecer o sentir en un mismo devenir

¿A quién beneficia una sociedad más agresiva? Cuál película mala bélica, nos quieren hacer soldados de una guerra que ya no es nuestra. Yo no soy soldado, ni hembra. Yo no soy nada de un "cuarto de pela". Solo existo en un horizonte "sin trepa". En una madrugada de ciencia cierta. Existo en tus ojos cuando no miras. Existo en tu boca cuando no besas. Y en mi certeza temprana, le digo al alma cuya presencia me exclama, que si de algo estoy segura, es que no existo en una guerra amedrentada por las ansias. 

Recuerda que te quiero al alba para poder ser tu esencia más buscada. Recuerda que de no existir por no querer morir en un juego de tronos al amanecer, yo te amo, como nadie a podido recordarlo.
Porque admito ser súbdita de mis palabras, de mis escarchas más mojadas en tu mirada, de tu guerra ganada a las espadas.

Pero no digas nada, porque el cielo calla para dejar hablar al ama. Ama que me deja que ame a sus espaldas para que esta sociedad esté más colmada.

Si mi piel la rompieran en tiras, para poder tejer un hecho sin yo querer, no limpies mi sangre, derramada en esta estancia de tiempos encontrados en un armario estiliano. Deja que brote para alimentar la ira de los más ancianos, y así, la vida que les reste sea tranquila en sus placeras. Tú deja que brote, para otorgársela a los niños desconsolados, qué yo sea su consuelo a sus lamentos, y así, la vida que les reste, sea ignorante a la muerte existente, en un trazo alzado por sus semejantes en un conflicto atorado.

Bien, o mal, ya no siento piedad de las cosas que no se pueden arreglar, por no saber hablar con la justa dignidad. No me importa pasear de la mano de la franqueza abierta, de los cielos sin estrellas, para culminar en la creencia, de que se puede eliminar el dolor de la tempestad, hacia nuevos conocimientos de largas horas de sueños. Padecer o sentir en un mismo devenir.



martes, 13 de octubre de 2015

ROSANA Y HABBO

PRUEBA

CAPÍTULO I: HABBO


"Rosana nació valenciana para convertirse después en africana" así nació una frase popular en el pueblo de Rosana, Morella. También se decían otras cosas, "Rosana, esa niña malcriada por la pompa de la costurera ciega". Pero nadie en el pueblo sabía la verdadera historia de esa niña de ojos de cristal y alma de cigarral.

Al principio la gente del pueblo saludaba a Gema, una costurera ciega, y una pompa gigante que estaba en la puerta de su taller de costura. Después, la costurera fue pasando a un segundo plano, y la pompa ganó su propio escenario. La pompa tenía forma de niña haciendo alguna una travesura. Le pusieron como nombre Habbo. 

Emanaba de los labios de una muñeca de metal, que no dejaba de ser un aparato para hacer burbujas. Este aparato solo logró hacer una burbuja: Habbo.
Habbo no se podía romper, mil veces lo intentaron, y el resultado solía ser el mismo, brazos escayolados y labios desgastados. Era curioso ver, cómo el viento hacía cambiar el gesto de Habbo. Según fuese éste, así despertaría Morella. Si Habbo sonreía, todo era alegría, si Habbo lloraba incluso en verano nevaba. Todavía Gema se estremece, cuando relata la historia de Habbo.

CAPÍTULO II: ROSANA


Un día de gris invierno, Gema, como de costumbre abrió a las seis de la tarde el taller. Estaba cansada porque había trabajado toda la noche en un disfraz muy especial, el cual, tenía que semejar la esencia del mar. Le quedó precioso.

El encargo del disfraz fue llevado a cabo por un padre asturiano, para demostrarle a su hija cuánto la quería. Fue rotundo en su pedido: " ¡Quiero para mi hija el mejor disfraz del mundo! Quiero que sienta la marea en su piel. Mi hija no puede tocar el mar, por un problema que tuvo en su gestar, exclamó el padre.

Las aguas que rodearon a su hija, Rosana, antes de nacer, eran aguas del mar de la antigua Babilonia. El descubrimiento lo hizo el Doctor Nisin, pues sin querer, se chupó un dedo después de intervenir a Julia, la madre de Rosana, que ya estaba preñada, he hipnotizado vino a quedar el Doctor, al recordar el mar de su infancia.

Rápidamente se lo comentó a los padres: "Su hija está inmersa en un líquido que nunca nadie antes ha conocido. Habrá que guardar mucha cautela, durante todo el periodo de gestación."

Así lo hicieron, padres y médicos durante todo el embarazo. Y fue muy divertido para Rosana su etapa de engendro, porque de vez en cuando, veía luces y dedos asomar, a los que ella intentaba morder o agarrar, pues era muy aburrido siempre estar en el mismo sitio. Incluso cuando le hacían esas ecografías tan raras, ella se erguía para recibir un masaje de cabeza o espalda.

En esta etapa, solía escuchar las conversaciones del exterior, las cuales le resultaban muy curiosas. Por ejemplo, se enteró que la tía Filipa, la hermana de Julia, se había comido un pato gigante, para demostrarle a su marido que todavía podía ser gestante. Pues Julia se lo pedía a Filipa a escondidas, porque no quería ver crecer a su hija Rosana sola y deprimida. Y así fue como se engendró Marieta, que nació con una bonita cara de marioneta, aunque lloraba como un asno en el Hospital de San Gerardo.

Julia tenía una gran voz, y a Rosana le encantaba cuando cantaba. Madre e hija habían llegado al acuerdo de que si Rosana le daba tres patadas, Julia le cantaba una nana (Nanas de la cebolla). La canción que más le gustaba a Rosana era, EL HIMNO DE UGARIT. La madre se la cantaba todos los días cambiando la letra, y Rosana la bailaba dando vueltas, y el cordón hacía de pareja.

Supo cuál fue su primer regalo, cuando un día del octavo mes de embarazo, su padre llegó a casa, y llamó a la madre formando una gran alharaca. El regalo fue un libro de Pablo Ruiz Picasso. Se lo regaló para que aprendiera la diferencia entre "ver y sentir", "dar y sostener", "recibir y resurgir", por lo menos, eso es lo que Rosana escuchó, aunque a veces se quedaba con la duda, si no se equivocó en la escucha, y lo que quería decir verdaderamente su padre, era que aprendiera a "rugir", necesario también para vivir. Lo dijo o no, ella lo aprendió, por si acaso, pues lo intuía viendo los cuadros prohibidos de Picasso a la edad de siete años. Aunque pensándolo bien, también con esta edad de gestación rugía, cuando su madre, sin motivo aparente, de madrugada se ponía a limpiar la cocina. Rosana se enfadaba, de tanto sube y baja, por lo que le mordía como una alimaña sus entrañas, y así, su madre paraba y descansaba. Después la curaba con pequeñitos besos de ermitaña, donde la madre le respondía con arrumacos en la barriga.

Después vinieron muchos más regalos, y con gran alegría los padres los abrían, y ella en el vientre, también contenta se ponía. Rosana estaba deseosa de nacer, no tenía miedo, pues todo era júbilo y placer. ¡Cómo imaginar después la dura realidad! cuando aprendió lo que era llorar, por no poder tocar el mar, y algunas cosas más. También recordaba, con cara incrédula de pobre ignorante, esas ganas de nacer, cuando a los diez años de edad, en su entorno se creó un ambiente burgués de rutinarias costumbres, donde ya no habían princesas, solo chicas traviesas, y donde todo estaba dicho. Los regalos dejaron paso a los embarazosos abrazos, de amigos y familiares para salir del paso. Pero Rosana fue feliz, hasta cuando era víctima fortuita de un desencanto o pisaba un charco.


CAPÍTULO III: EL PARTO


¡Cuántos placeres imaginados durante meses, iba a tener Rosana al nacer! ¡las "puertas del cielo" se le abrirían de una vez! Pero lo único que se abrió fue el suelo, pélvico, eso sí, pero al fin y al cabo, suelo, y su mentón. Al ser una chica lista, comprendió que estas "puertas del cielo" lejos deberían quedar, y que enseguida se debía de adaptar. ¿Cómo sería la gente? Se imaginaba a todos los del pueblo, paseando con grandes bolsas amnióticas, donde el cordón de cada una, les unía al cielo, pues esa era el único alimento que para ella existía. Paseaban por estrechos túneles oscuros y amarillentos, en los que, a veces, habían trenes en movimiento en el otro extremo, pero siempre se quedaban a medio trayecto.

El día del parto, el viejo Doctor Nisin, mostraba un estado de nerviosismo mucho mayor que el del padre, pues había ideado un plan para quedarse con esas aguas que un día bañaron su Corán. Para ello compró un gran recipiente y un embudo, a los que tuvo que decorar para que pareciesen un aparato quirúrgico. La sala del hospital era de un verde luminoso, con grandes palmeras dibujadas en el fondo. A los lados de la cama que ocupaba Julia, habían dos jóvenes enfermeras inexpertas, pues el Doctor no quería dejar huellas de su azarosa empresa. Presto, el Doctor Nisin le colocó a Julia el aparato como pudo, aprovechando un descuido. Inmediatamente le rompió el saco, y las aguas brotaron torna azules, formando un manantial de ricos olores, que los trasladó a una época de antiguas lenguas y ancestrales paisajes.

Todos los que estaban en la sala cayeron en un delirio, que les perduraría en sus vidas cada dieciocho de diciembre, el día del natalicio. Se imaginaban paseando por los frondosos árboles de los Jardines Colgantes de Babilonia, o bañándose o amándose a las orillas del río Éufrates. Abundantes sensaciones de lujuriosas amapolas brotando de sus rasgadas ropas, en un intento de locura para convertirse por un día en fuertes helechos de carne y sollozo en su despertar. A todo esto, Rosana esperando en la puerta de atrás. 

Al estar la ventana abierta, el olor se fue propagando por todo el lugar, y en su lento conquistar, Morella se dejó llevar. Mujeres y hombres bailaron hasta el amanecer canciones populares del Medio Oriente, desconocidas en su totalidad por estas gentes. El cura con el monaguillo,  el juez con una secretaria novel, la pescadera abrazada a la carnicera, y así, un largo etcétera, convirtiéndose este día en fiesta. El olor llegó hasta Murcia, donde idearon crear un día de tres culturas para aprovechar la coyuntura de tanto baile y divertimiento, pues en Murcia hay afán de elevar lo bello.

Viendo Rosana que nadie se acercaba sobre la una de la tarde, decidió nacer, y lo vino a hacer de pie, y no fue un castigo de Dios, como dice la canción, sino más bien una bendición. Puso un pie y después el otro, se empujó con ayuda del cordón y pronto el culo asomó. Allí todos estaban aturdidos, con gestos muy socorridos para la ocasión. Rosana, como trepando a través de un ciclón, decidió soltarse definitivamente del cordón, y de cuajo se lo arrancó. Al caer se golpeó el mentón, pero tuvo suerte porque cayó en el recipiente. Así, que Rosana, quedó esperando, nadando en las aguas de esa mar que todavía no sabía nombrar, al sonido de la música que improvisaban las enfermeras en su letargo a bailar Anwar Abu Dragh.

A las doce de la noche terminó el encantamiento, y cuando todos despertaron se encontraron a Rosana nadando. No necesitó a nadie para nacer, pues su alumbramiento ya estaba escrito en el Antiguo Testamento. Adorable niña de preciosa piel color miel, ojos de león y piernas de gacela corriendo al viento. Adorable niña en su mirar, pues ya sabía caminar por aguas acariciadas por el Jordán.

CAPÍTULO IV: EL MAR


Rosana crecía feliz rodeada de su familia y amistades. En Morella era muy querida, aunque sus gentes tendían a protegerla en demasía, debido a la peculiaridad que le envolvía. Pero como la gota de agua que se deja caer por la lluvia, ella dejaba su ser para poder hacer, pues la intuición le llevaba a comprender que su ser era más grande de lo se pudiera antever.

A los tres años de edad, llevaron a Rosana a ver el mar. Desde su nacimiento, Rosana no había estado en contacto con ningunas aguas que no fueran las de su bañera. Julia preparaba el baño de Rosana, como si se tratase de una ceremonia nupcial, madre e hija, casaban sus manos, pies y cabezas. Hasta ver contenta a la niña, Julia no escatimaba en preparativos, donde un manjar de cremas esperaban a Rosana cada mañana al son de su nana más temprana.

Sus padres tenían una cierta aprensión con la idea de que su hija volviera estar en contacto con agua salina. Pero quién eran ellos para impedir este hecho en su vida. La querían demasiado cómo para aniquilar cualquier oportunidad de felicidad de su día a día.

Las circunstancias llevaron a su culto padre, por motivos de trabajo, a un pequeño pueblo de Alicante llamado Jávea, donde la gente era muy agradable. Rosana enseguida se sintió como en casa cuando se hospedaron en el hotel. Nada de lujos, así era su padre, un estadista muy comprometido con la sociedad. El hotel tenía su propia playa.

El hotel estaba decorado minuciosamente en blanco, con motivos minimalistas. Este fue el único requisito que impuso Julia. Grandes lámparas colgaban del techo del hotel, emitiendo una luz que se propagaba por las cabezas de aquellas personas que visitaban las salas, para envolverlos hacía otras estancias más alejadas. La luz jugaba con sus cabezas sin ánimo de llegar a las caderas. Jugaba con sus ojos, haciendo que estos mirasen por encima de los hombros, donde la tarea encomendada a la mirada, era la de encontrar una estela de gracia en las pupilas de otras gentes hospedadas, creando un extraño placer, donde todo era alegría al toparse con gente desconocida.

Enseguida, entablaron amistad con un matrimonio del Peñón de Gibraltar. El hombre era bajito, peludo y pecoso, de un aspecto gracioso. Era de esa clase de personas, que al conocerlas te daban ganas de abrazarlas y no soltarlas, como a un oso de alcoba infantil.

En un momento de descuido, la pequeña se escapó por una ventana y salió a la playa. Rosana voló hacia el mar, buscando una ola que la llevara de regreso a su realidad. Y, así fue. Regresó a su realidad pasando por distintos tiempos que ya dejaron de existir para nosotros, para todos excepto para la pequeña Rosana, pues ella llevaba inscrito en cada arruga marcada en su piel amelocotonada, una época de su ser. Ella era el tiempo en sí.

Su pequeño cuerpo se fundió con brumas de sensaciones de sabor pesado para su temprana edad, pero su alma no crujió por el recoveco de las esperanzas. Esperanzas que ella anhelaba para convertirlas en esencia de calma. Tan intensa fue la experiencia que a la niña la creyeron muerta, cuando la encontraron tumbada boca abajo, en la arena.

El padre en un intento de socorrer a su hija, tiró bruscamente de su pequeño brazo, y al girar su tierno cuerpo inerte, se percató que la piel de Rosana se tornó en brillantes escamas, de blancura tan pura, como la sonrisa que emitía su boca entreabierta, en desmesura. Su tez reflejaba la ardiente aura, cuyo reflejo asemejaba el esplendor de la pedrería de la joya más preciada, para hacer honor a su magnánima presencia.

El aire empezó a espesar, y todos los que estaban allí en presencia del cuerpo de Rosana, no pudieron más que soñar, pues fue la única forma que tuvieron para poder respirar. Sueños de todo tipo aparecieron, infantiles, perversos, oscuros, valientes, placenteros, inocentes, reveladores... Fue curioso ver, cómo su padre en pleno trance, creyó ser capitán de un barco alemán, en busca de felicidad, dónde su salva, era su hija bien amada.

Rosana empezó a jadear, respirando con gran pesar, hasta que logró inhalar la esencia de los anhelos soñados, por todas aquellas personas del lugar. Primeramente, abrió los ojos, para después incorporarse. Ella quieta sobre la arena, siendo el centro de un círculo perfecto, hecho por personajes de sueños, dónde unos recitaban, otros bailaban, o luchaban contra adversarios imaginados...y Rosana esperando un milagro, observaba tan bello espectáculo, semejante al de su nacimiento.

Lo curioso de todo esto, es saber, que al pasar los años, desde este inesperado acontecimiento, todos aquellos sueños expresados al viento, a la mar más calmada jamás pensada, se fueron realizando de una manera sistemática en presencia de Rosana, la cuál, entraba en estado de gracia, resolviendo enigmas jamás imaginados. Tal fue, su fama, que la llamaron de la Casa Blanca, para contratarla como becaria... pero esto fue después de su viaje a África.


CAPÍTULO V: EL REZO DE ROSANA


Rosana desarrolló una cierta repulsión, a todo aquello que le recordaba a la mar.

Julia tuvo que volver a decorar otra vez su casa. Cambió toda clase de objetos que pudieran ser antojados por Rosana como un elemento constitutivo del piélago. A Julia no le importó realizar este peculiar esfuerzo, porque le sirvió para tomar conciencia de la importancia que había tenido para sus vidas el océano. Hasta entonces, no se había percatado de esta circunstancia, y realmente creyó en la posibilidad, de que la niña pudiera tener algún tipo de problema en su crecer. Pero Rosana supo acomodar su nueva situación en su beneficio, cómo si de una almohada recién estrenada se tratara, a la que hay que domar para poder utilizarla.

La preocupación de Julia se disipó cuando a la edad de nueve años, vio los pies de Rosana elevarse del suelo hacia una tarima imaginada, mientras simulaba un vuelo de un pájaro incierto, en una noche de mayo, junto al lago de sus abuelos.

Julia y su hermana Filipa, decidieron celebrar las comuniones de Marieta y Rosana, en la casona grande que había junto al lago de las cinco estrellas. La casona, que ahora pertenecía a Julia, era un legado de su madre, Bárbara, una mujer sin duda extraordinaria, que provocó en sus hijas una gran influencia. Criada en el seno de una familia acomodada, Bárbara enseguida, destacó por su belleza, y su elocuencia, y por sus estudios en Zoología.  Mujer de grandes ideas, y pocas formas, no dudo en mudarse a África a la edad de veinte años, cuando al padre, que había sido republicano, le acusaron de un robo jamás probado, por lo que fue encarcelado en 1966. No dudo Franco en reconocer su trabajo en 1970, como la primera mujer española en destacar en tan peculiar campo, por un artículo publicado de leones en la Sabana Africana, que ella misma recogió cogida de la mano de su padre, liberado un año antes, como intercambio de favores, en los que intervino la embajada americana.

En África vivió durante cuatro años, como ayudante de George Schaller. El Serengeti fue su segundo hogar, gracias a George. Escribieron juntos grandes artículos reveladores, de enorme impacto para la época. Uno de esos artículos narraba la historia de cuatro leones y sus coaliciones. Bábara los apodó cariñosamente como Santamaría, Kubala, Gárate y Puchades.

Se introdujo en las más oriundas costumbres de los massai. Todos la consideraban una massai más, pues no dudaba en arriesgar su vida, por acervar las vidas de los lugareños. Se fue a vivir a una enkang cerca del Monte Meru, donde nació su leyenda. Una mañana de grises esponjas en el cielo, con temperatura de invierno, Bárbara se despertó sobrecogida por un grito, de un colobo blanquinegro. Cómo un ser sin ser, Bárbara, se dirigió andando a Miriakamba Momela, con una simple camisa blanca, la cual se contoneaba al son del viento, dejando entrever sus hermosas piernas y pechos.  Inerte en su caminar, sólo podía respirar. El camino era angosto y polvoriento, parecía unirse a la muerte de los animales en verano, cuando el agua escasea, y el sol hace estragos por su presencia.

A mitad de camino Bárbara, se encontró un león, el cual la acompañó en el resto del trayecto, alejado unos diez metros. Un búfalo la hizo detener, y le dio agua para beber con su propio hocico, dándole un pequeño mordisco. Al caer la noche, la luna cambió su ciclo, y cómo nunca, llena se mostró, para dejar caer un rayo de sol, antes del amanecer, sobre una flor. Bárbara se dirigió hacia la planta y la arrancó, y cómo si nada, siguió su ritmo por el camino. Al llegar a Miriakamba Momela, un anciano  Oloiboni llamado Asanja, la recibió, y ella la flor le entregó, postrándose la luna nos iluminó. El anciano agradecido la besó. Dicen que fue el anciano quien con una oración, la hizo andar sobre el viento, porque sólo ella podía ver la flor iluminada por el lucero, para crear un ungüento que necesitaba el anciano para enamorar a un guerrero, para que dejara de luchar en una concreta noche de inverno, para la procreación de un nuevo sacerdote de tan altos conocimientos , que su inmensa sabiduría, haría traer la paz al pueblo.

 Y allí, Bábara, quedó preñada de Julia, su hija mayor. Los massai cuentan, que el padre fue el león que la aguardó por el camino, otros cuentan que, fue el rayo del sol que hizo iluminar a tan bella flor, ingrediente imprescindible para tan mágico ungüento , por lo que no llegó a conocer varón. Pero los científicos compañeros, se declinaron por la teoría de lo más razonable, no por ello cierto. Y es que a Bárbara la engatusó el aciano Asanja, y así, un día, cuando Bárbara se dirigió a Miriakamba Momela, Asanja la paró, para mostrarle su gran ungüento, a lo que Bárbara respondió con un gran aspaviento, unido a un gran quejido que hizo romper las nubes del firmamento.

Bárbara no quiso conocer padre, para la hija que todavía estaba en el vientre. Y fue entonces, cuando regresó otra vez, a España, y conoció a Manuel, para casarse un año después con él. Se compraron una casona junto a un lago, que por la forma de las rocas de alrededor, lo bautizaron, como "el lago de las cinco estrellas". Bárbara hizo de la casona su convento, y a la edad de cincuenta años murió, dejando a Julia  la casona como legado de una vida de cuento.











sábado, 10 de octubre de 2015

Tres son Tres




Tres cantos rotos, uno azul, uno rojo, y el otro de un ámbar otoño abedul. Así, juntos arden en el pecho de un arcángel, para formar el albayalde.

Tres vasos rotos, uno de cristal, uno de papel, y el otro de metal con virutas de piel de San Rafael.

Tres platos rotos, uno redondo, uno ovalado, y el otro precioso en lo más hondo del santuario.

Tres amores rotos, uno sin corcel, uno sin perder, y el otro estremeciéndose se fue, buscando el camino para volver.

!Tres son tres! y el regreso de un ángel para lavar sus pies.

!Tres son tres! y un corazón se arregló ayer.

!Tres son tres! y un fin, formar la palabra divina en el agua derramada por San Ezequiel, Elohim mi fiel



jueves, 8 de octubre de 2015

Lágrima

Dánae

Lágrima, peso del ala, horizonte sin conquistar.

Lágrima, abrazo sin molestar, para que en tu fosa me puedas recordar. Agujero que yo misma cabaré, para que tus huesos huelan siempre a la hiel de mi piel.

Lágrima, perdón sin susurrar, siempre te voy a recordar, porque dentro de tu alma vine a estar para nacer. Tú y yo juntas en el despertar de las águilas al caminar, porque ya saben volar.

Lágrima, en una tierra de ayer que mira sin antojar. Lágrima en un papel sin mojar. Lágrima de tinta negra para que tu voz se haga escuchar, pues mía es la fuerza del garabato acabar, para que tu vida sea entendida en el azar del gavilán.



Lágrimas de San Lorenzo

Las Seis Motas del Moca

Estaba sentada junto a su padre en el huerto, era un día soleado de grandes nubes blancas, de esas que semejan barcos a los que quieres subir para ir navegando hacia una fantasía nunca antes inventada. Los dos llevaban grandes sombreros de paja y una gran felicidad en la cara. Ella,  que tenía cinco años y se llamaba Candela, se incorporaba para darle las yemas de las ramas a su padre, mientras él cortaba las finas cortezas de los árboles.

                        Al observar el milagro del injerto pensó la niña: ¿seré capaz yo de lograr vida en otro cuerpo? La ansiedad se apoderó de Candela, una ansiedad que la acompañaría para el resto de su vida y que se manifestaría con unas cuantas pecas en forma de heridas.

Estaba deseando llegar a casa para introducir un trozo de su piel a la vaca. Y así lo hizo, pero lo único que consiguió fue crearse una cicatriz en la espalda. No aprendiendo de la experiencia y a la edad de ocho años, Candela  no pudo soportar el enfado de su hermana menor porque no lograba hacer sonar la guitarra como lo hacía ella. Así que una noche mientras todos dormían, la hermana se despertó con un gran dolor, y es que, Candela, le arrancó una uña de la mano, para poner la suya en su interior. La madre preocupada le dijo a Candela que esa no era la forma de arreglar los problemas: "No puedes arrancarte algo que vive en ti para dárselo a otro, entiendes Candela, es imposible, porque deja de existir" 

Claro está que Candela quiso estudiar medicina para poder contradecir a su madre. No le fue difícil ser cirujana. Pero un día mientras la felicidad de Candela era máxima entre los bisturís y las tijeras Nelson, recibió la noticia de que su padre había muerto. Una nueva peca afloró por su nariz, cuando esta vez, la sorprendieron metiendo una yema de naranjo en el cuello de su padre cuando estaban en pleno duelo. No contenta con ello, junto antes del entierro, en un descuido, le introdujo otra yema de limonero.

La cuarta peca le asomó cuando se enamoró, pero Candela no podía comprenderlo, mientras sus piernas se abrían para otra clase de injerto.

En el parto Candela pidió un espejo, todos sorprendidos se volvieron y le dijeron: ¿No será mejor algo para el dolor, Entonox por ejemplo? Pero ella dijo; “No, tan solo quiero un espejo” ¡Qué contenta se puso cuando vio nacer su quinta peca! Lo que no entendía, era, por qué le habían puesto aquel bebé en el pecho… pero después lo fue queriendo.

Con los pasos de los años, se enteró que existió un gran revuelo en la ciudad, porque en el cementerio habían crecido unos limoneros y unos naranjos que no lograban eliminar. Los cortaron y los quemaron, pero a los cinco días renacían con más fuerza, así que, decidieron construir un parque infantil en pleno centro, y se convirtió en un lugar de encuentro donde se daban cita generaciones de familias, aunque algunas llevaban años muertas. Para Candela, fue emotivo ver a su hija jugando al escondite en la tumba de la tía Enriqueta, porque ni ella misma lograba recordar su existencia.

La última peca, la más caprichosa, se paseó desde su nariz a su boca, para apurar tocar los labios de su hija, cuando le dio el último adiós con un beso. Antes de morir, le hizo prometer a su hija, que le arrancara la piel de la cara y que la utilizará para pintar un lienzo.

Cada pincelada dibujaba seis palabras, que contrapuestas semejaban una cara girada a unas blancas nubes, que ya habían sido observadas en la infancia. El cuadro creó un enorme estupor en el mundo entero, y creo que ahora, está expuesto en el MOCA, en honor a la peca de su boca.

En un Día Perfecto, en un Mundo Perfecto, la vieja nos salva el cuello

Una secuencia, un pensamiento, una idea, una propuesta  ¿Cómo debe actuar un mundo ante sus problemas? Con coraje, determinación y con un objetivo básico, claro y sencillo. Atravesando su propio camino minado, con la seguridad e inteligencia de seguir a aquellos que ya han hecho el trayecto sin explotar en su intento.
Aprendiendo, observando y no despreciando cualquier comportamiento, que nos ayude a pisar por un terreno que no te pueda arrancar un trozo de cuerpo. Porque pisar un poquito más allá, o no atreverse a pisar, nos puede matar, y seguir el instinto de un animal nos puede salvar.