sábado, 16 de enero de 2016

Gramáticas de la temporalidad: Pasado

GRAMÁTICAS DE LA TEMPORALIDAD


"Cómo en el Cuento de Navidad, catorce artistas murcianos, nos muestran la vida dirigida por el tiempo"

Entras a la primera sala, y quieres irte, no sabes nada, sólo quieres irte a la segunda sala. Después oyes a alguien decir: ¡estás en el presente! entonces entiendes el por qué de no llegar a comprender las paredes del segundo espacio. Debes dirigirte otra vez a la primera sala, para poder comprender el resto de la exposición. Te diriges con cierta noción de tu presente al pasado, pero no es fácil ¿qué es fácil? te preguntas. Al entender que no hay nada fácil, entras, grabándose tu contorno a cámara lenta, con la única música de tu esperanza, pues sólo estás tú con la mirada, para que no te distraigas en esta lección dada.


PRIMER ESPACIO: PASADOS INTERRUMPIDOS EN MURCIA

Un día cualquiera: Sonia Navarro


Ya estás dentro otra vez de la primera sala. Lo primero que ves son fotografías de Murcia de finales del diecinueve. Buen siglo para nuestra literatura, piensas, te es grato, te reconforta, nada de guerras, ni recreación de miserias.

Sonia Navarro nos explica con paciencia, qué lo único que quiere es homenajear y volver a poner en activo, la labor de nuestras antecesoras, pasado de telas, recetas, costuras, gestoras de economía y labores de huerta. Cómo niña traviesa, no le hago caso y me imagino un mundo de retales con formas de animales, perdóname Sonia.

Las fotografías están enmarcadas con telas y piernas, mi imaginación vuela para sostenerlas, para que, así, no decaigan en el desánimo de ser pasado. Toma fuerza de presente con el color de las telas, marcos de izquierda y derecha ¿cuál elige usted? Y si esto no funciona, no se preocupe, que para sujetar y aguantar siempre están la piernas, que nuestro pasado es siempre nuestra primera piedra.

Las dos primeras fotografías están cosidas con hilo negro para mostrarnos la fuerza del bóvido español, la primera con cabeza de interrogante y la segunda, hembra, sin cabeza, de ella dependerá el caudal de nuestra agua para regar la tierra, nuestra huerta. Las dos siguientes fotografías están cosidas por corazones, uno de ellos partido por la huella de los rieles del tranvía que se ha ido, o del que está a punto de llegar, qué cada uno apueste por lo que más le interese. El corazón de la última fotografía es puro y grande, para acoger y dar consuelo a la escasez.

La Plaza Santa Catalina, un cartel del teatro circo, un interrogante, una coma, algo se para, para después continuar, una patada sujetada por la pierna que queda fuera. La A violeta nos indica como cometa que vuela el arte de las escenas, el cartel del teatro circo en una bicicleta.

Una acequia de agua, la del Malecón, con un solo edificio que hace su dominio erecto, regido por la I en el señorío de los huertos. Agua pura, agua tranquila, agua que sigue la senda para hacer crecer la tierra.

Los rieles del tranvía indican época de avances y división, Murcia dividida por el blanco y el negro de la visión. Calle larga que siempre avanza por el trabajo de las gentes que la hacen viable. Los marcos de esta fotografía son amapolas o letras. Izquierda una P, derecha una Y. Como amante de la Y, la P inclina su cabeza para ser sombrero de este contexto. Me imagino al puedo pidiéndolo permiso a la Y para que continúe con un quiero. Quiero a la gente de Murcia feliz, por las estrechas líneas del carril de la esperanza del presente, que dibujamos con cuadros.

Hemos llegado ahora al último cuadro, enmarca la racionalización por la escasez, estaba vez, la escasez está en el oro verde, el aceite. Limpias gentes, que aunque pobres y campesinas, dignas en la cola de la indignidad, por pedir lo suyo, arrebatado con anterioridad. Mi corazón hace hilo de marco ante esta situación. Pero ¿qué veo? ¿el marco es un ciervo o un caballo azul? señor protector y guardián del equilibrio de la línea, que separa la desesperación, con la alegría y el contento de vivir en tu contexto.

Bridge: Concha Martínez Barreto


Puente derribado, destruido, débil por no aguantar lo inesperado. Pero fíjate en la sombra que se proyecta detrás, enlace de la fotografía colgada a sus espaldas. La sombra es la unión, imagen fantasmagórica, de ojos grandes que iluminan la esperanza, del peso que lleva en las espaldas, por no poder seguir haciendo camino, hacia la gracia dada. Pero su mano erecta muestra que todavía está su valor de presencia. Detrás la fotografía, del puente amado inmortalizado, con tres personas, una mujer y dos hombres, que se detienen en sus vidas por un instante, para este posado de aurora de buena vida. La mujer equilibra el peso de los dos hombres. 

Que no te inquiete, este puente destruido, porque sabes que en tu verdadera historia, se construyó un puente nuevo con la fuerza del acero, haciendo continuar el paso de la historia ¿Ahora comprendes la serenidad de esa gente fotografiada, que ha sido mencionada con anterioridad?

Memoria del recuerdo olvidado: Rosell Meseguer


Piedras, estancas y frías, pero no infranqueables, aunque sí impermutables. Una cruz, una fe. Una flecha, una dirección marcada para la eternidad. Agujeros, huecos, deformes, borrosos, sombras, grises, como cicatrices en el alma. Algunos te invitan a la caída, otros hacia una subida. Te toca elegir ¿subir o bajar por tu pasado? sabes que tú futuro está cercano. No te preocupes si piensas en la bajada, porque la madera tallada de ángeles mostrando su espalda, están esperando desplegar sus alas, para tocar tu cara y mostrarte que detrás hay otra sala, el presente, lo que todavía está por construir, por hacer, por vivir, por crear, para que esta vez, sea tu cara la tallada.

La madera  juega con los contrastes negro, marrón y blanco, y respiras con tranquilidad, al percatarte que el último ángel tiene tonalidades blancas, que invitan a la más pura esperanza.

El paso del tiempo es lo que le ha dado el cierto valor, y ese aspecto de respeto, a estas piedras y ángeles, que todavía no han desplegado el vuelo, por no haber sido el pasado su momento.

Fuisteis yo: Tatiana Abellán


Fotografías tapadas que dejan su huella a través de un agujero en el papel, como primera sábana del primer encuentro con la desnudez, después de los desposorios sin conocer el placer.

Pero aquí, la penetración consiste en mi mirada erguida hacia la parte mostrada de los personajes. Un cuarto mitad de cara, para esta aprendiz, por favor, boca, mentón, parte de las mejillas y una nariz, para recordarme que mi cara pasada, ya está deshecha por el tiempo, y que ya nadie la podrá volver a ver en mi estampa.

Cómo si fueran imágenes prohibidas por la censura, he de dejar volar mi imaginación, para detectar la hermosura, la juventud, la responsabilidad, la seriedad, lo funesto, la imprudente valentía masculina, la falta experiencia, la falsa sabiduría del sufrimiento, la vejez que no conoce vida. Sé que se difuminará con el tiempo, y ya no quedará huella de su existencia, salvo por mi letra.

Pero hay esperanza porque su esencia no se escapa, se guarda en frascos para perfumar el alba de nuestras próximas mañanas. Esencia que todo lo cura, es la medicina de los males de la humanidad, la experiencia del no volver hacer, por el ya saber. La bondad de rostros muertos, que ya no nos van a mirar jamás, aunque sus bocas persistan por un tiempo, para mostrar lo que un día tuvieron que callar, por tener que hablar.

Salvi Vivancos:


He de entender la historia de Murcia, y tal vez comprender, que nuestro Rey Alfonso XII nos visitó por algún desastre, tal vez una riada, por fuertes tormentas entrelazadas. Ciertamente es una imagen estática de un pasado, de un acontecimiento, de nuestra Murcia más lejana. Pero que nos invita descifrar las tormentas pasadas y aprender de ellas. Nos hace recordar que las lluvias se pueden descontrolar, arrasar una ciudad y matar, por mucha tecnología que las intente encauzar.



















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