sábado, 30 de enero de 2016

El Mirador de la Plaza de la Victoria

Nace Granada cómo sangre de España,
aclamada por los gritos que surgen en sus plazas,
que se acuestan en los lechos de la falda de su montaña.

La Alhambra te acoge solemne en su monte Olimpo,
Te mira desentrañando tus entrañas cómo si fueras
la prometaica presa del águila.

Estés lejos, estés cerca, ella te marca la senda,
con las manzanas doradas que ha dejado en su
paso Atenea.

Coronas son sus torres cómo Titanes que buscan
venganza, por lo que se prohibió por no estar prohibido,
por robar el fuego del carro de Helios, para hacer las ofrendas con las hogueras de los inocentes malditos, por el plebiscito.


Los cipreses anuncian tu cementerio si niegas la alegría
a su Templo. Majestuosos como lanzas que miran al cielo,
desafiando al mismo Zeus, si no purificas tu alma,
cuando disfrutas de sus jardines al caer el sol,
en busca de la siguiente madrugada.

El viento que le sopla se mueve al son de las campanas,
porque aunque éstas no puedan ser abrazadas por la
Alhambra, se perdonan esta lástima, cómo amantes
que se esconden en el único culto que defienden todas las razas.

Ojos de reyes son sus ventanas, que observan con misericordia
piedad tus faltas, para que tú formes parte de Granada, mi amada.





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