El pensador
Gonzalo Sicre |
La arquitectura de la mente
Qué tranquilidad ser fuentes de pensamientos libres, no atrapados, a pesar de no ser dueños del agua, de las necesidades, de los deseos, de nuestros semejantes.
Solos, en la naturaleza, por muy primitivos que seamos, siempre coexiste en nosotros un elemento no natural, que nos hacen ser un intangible distinto, a todas las circunstancias que por naturales, pertenecen a una divina comedia.
Ser fuentes conscientes y no dejar que ningún pensamiento se escape, para bañarnos o capuzarnos en lo más profundo de su realidad, de su esencia, de su inicio, para llenar la laguna de la consciencia.
Pero para este pensador ¿cuál serían las puertas de su infierno? La puerta cerrada, la inconsciencia, la subordinación a la no naturaleza y a su interpretación, el fracaso del consciente... su guerra con el inconsciente.
Naturaleza y mente, agua y vida, fuerza y seguridad, paz y sugestión. Los atuendos de nuestros propios pensamientos nos permiten, a su vez, pensar que nuestras mentes se llenan del agua ajena, sin premisas, sin prisas, observando la frondosidad del valle de la vida, más allá de los límites de nuestra propia existencia.
Notar la humedad, la sensación de paz que te da el agua, para aliviarnos de nuestras temperaturas altas, de nuestros anhelos, obsesiones, de nuestro propio ser.
Sentir el equilibrio de la vida y su simetría, estar todo en orden, todo ordenado, nada está cojo, todo en paralelo. Consciente, luz, agua, crecimiento, vida, naturaleza. Subconsciente, sombra, protección, apoyo. Inconsciente, una puerta cerrada, de la cual se debe tener llave, para poder entrar a un confortable hogar.
¿Quién no quiere construir un subconsciente, que sirva de porche y de mesa a la realidad y la naturaleza de los pensamientos más conscientes?
Sentir en armonía mi mente, pintarla, llevarla al escenario de una verdad: las sombras sólo existen cuando la luz está presente. No todo puede estar iluminado, todo debe tener un equilibrio.
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