jueves, 24 de marzo de 2016

Coraje, amor y la pasión de Jueves Santo

No hay nada más reconfortante que el abrazo que no va a ninguna parte.
No puedo meterme en las cabezas de los demás. Ni tampoco en su coraje. Es curiosa esta palabra. "Coraje". El coraje de claudicar para hacer lo correcto, nos mata y nos da a la misma vez vida. Es una lucha interior que se lleva inherentemente en nuestros adentros. Una espada de filo oxidado. Doble herida, la del arma y la de la enfermedad. Sin duda es una palabra con fuerza. Sólo pronunciarla te proporciona el vil acto de valentía ¿Vil? ...vale tía

La valentía, el coraje, la espuma, el puñal, el timbre de la sacudida de la rabia, que te lleva a actuar con cabeza después de leer muchas cartas que te sirven de pistas, para un final de un juego, cuya última casilla es la sensatez. Es curioso que esta palabra rime con tanta exactitud con "idiotez". La idiotez de la sensatez o la sensatez de la idiotez. Estas palabras se llevan bien, tal vez, porque en la inmediatez de nuestros actos, el sentido y el idioma forman parte de un entramado de conclusiones, que de vez en cuando podemos definir.

"Amor moro, amor mora para tus ojos de luna de plata,
que enciende velas con solamente mirarlas.
¡Tú lucero del alba! calle de esperanzas, llenas
con fuego lo más oculto de nuestras entrañas"

La palabra "amor" no se puede comentar, ni juzgar, ni dudar, ni ignorar. Solamente se puede cantar, bailar, abrazar, soñar, recitar. No cabe otra cosa que mirarlo y sacarlo a bailar el vals de la poesía: 

"El amor es mi amo cuando sostiene mi mano,
es mi sol cuando encoge mi pecho, 
es mi abrigo cuando cae el maltrecho rocío,
es mi ausencia de hastío cuando afuera hace frío."

La "pasión", la pasión de la vida, la pasión de la muerte, en tierras de Semana Santa. Encuentros de maderas cortadas inertes, de sangre, de incienso, de dolor, de Jueves Santo. Santa muerte de clavos y latigazos. Dios observándonos con los ojos guiñados,  espinas que se clavan en el alma de la humanidad. Una túnica, un hombre, una cruz, dos figuras que se abrazan. Ciento de personas esperando, cada uno reviviendo su propia pasión. Humo de emociones que surgen en el manantial de trompetas y tambores. Y no falta el fuego. Un fuego que nunca se apaga. Llama del corazón que por no conocer pecado concede con gratitud y abundancia el más ansiado perdón.







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