MARGARITA
El día se presenta oscuro y gris, jugando con las mentes cómo rojo hilo de una pasión de destino que está por terminar, para que pueda empezar. Se levanta una cabeza pues es muy importante el papel de la corona que se representa en ella. Suena el viento a través de los cristales. Un pedazo, una mano, una autocrítica por salvaguardar. Telas de arañas ausentes en el hastío de una soledad que se aleja por no encontrar un lugar para invernar.
El contexto se desvanece como las primeras hojas de primavera que aparecen, y en este desvarío de cruces de ambigüedades nace una pequeña montaña, que te lleva a la colina. No hay nada absurdo en el camino hacia la locura de la temprana edad, como tesoro que se busca para poder ser localizado sin necesidad de padecer ninguna enfermedad.
Ríos de escarcha profunda despiertan en la Madrugá de un Viernes Santo para que se puedan contemplar, pues la noche sufre la tempestad, del que viene, por quererse sanar. ¡Oh cielo! ¡tan rápido eres en traer la luz del sendero que se oculta en el más allá de los límites de la serenidad, qué no creo que te vaya a poder alcanzar!
Para mí las estrellas, para mí la tierra, para mí el consuelo, de pertenecer a un pueblo. Pero mira ¡qué el alba juega con las palabras para convertirse en la bala! Bala de lo que todo lo escucha, porque todo lo espera. No esperes si desesperas, no busques si no encuentras, no toques si la mano no se presenta.
Si pongo un pero, todo resta, todo quiebra ¿No estaría yo escribiendo si la esperanza no hubiera hecho ya estado de presencia? La esperanza de no tener esperanza, hace que esperemos tener lo que no podemos sostener.
No quiero militar en pertenecer en el social menos tres ¡también quiero aclamar! Purpureran leyes y Estados sometidos a tan alta majestuosidad de la Ley que no se deja interpretar, porque el libre albedrío le impide pasar. No desfallezcáis en el intento de convertir en púrpura los aposentos, porque creo que hay un firmamento de luces negras y de ámbar secuencias. No permitáis que el crepúsculo escape a la noche por ne creerse compañero de viaje de las estrellas.
Las Margaritas de Fausto vuelan por el viento de fuera, que sopla todavía con más fuerza. Quiero coger una de ellas, pero no se dejan. Las miro aunque no tengan presencia. Quiero tocarlas. Quiero perdonarlas. Quiero acurrucarlas. ¡Flores malditas! por ser arrancados sus pétalos para poder controlar nuestros deseos. Triste final para tan bella flor, triste final para una canción. Triste final para cualquier misión.
Dejaré de deshojar tan bella flor, para centrarme en tu atención. Si antes quería tocar, perdonar, acurrucar, ahora quiero tu vocación. Me gustaría verla, moldearla, saborearla, exponerla en el más alto jardín del Edén. Dime cuál es, y juntos iremos, cómo si fuéramos el mismo tren ¿Dónde está? ¡la has vuelto a ocultar ! Máldito/a seas por no querer aportar tan alta dignidad! No la calles más y muestranosla en el horizonte que se pierde, para tener una referencia por si alguna vez perdemos el norte de Don Quijote.
Me postrare a tan alta empresa, para que tú dones salgan en venta a lo justo como paso a lo divino. Sé que ya lo notas, y eso me reconforta, para que puedas exponer tus anhelos a través de tu arte en todos los rincones de tan afable proceso.
Vuela Margarita, vuela mariposa, vuela ave jocosa, que pronto encontrarás tu destino al filo de lo permitido.
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