Mi agradecimiento a los discípulos del "Cholo"
No merecía entrar, pero entró. Se sujetó los pantalones para no arrodillarse, se miró al espejo, y comprendió que estaba viviendo. No se asustó por fin consiguió lo que quería, ser hija.
-!Qué rápido, pasa el tiempo! ¿Y si yo fuera adentro? ¿y si yo ya estaba adentro? pero no he sabido verlo, todo este tiempo. Se preguntó Bárbara.
-No pasa nada, y sigue caminando, pero no mires atrás... ni las paredes, no te vayas a confundir de destino. Es fácil cuándo se es novata...en estos temas. Pero entra, entra... avanza, me pone nervioso verte todavía cerca de la puerta. Exclamó David.
-De acuerdo, haré exactamente lo que dices, no quiero que mi primera vez salga mal, quiero que mi cara refleje una ausencia de suspiro tal, qué hasta los mismos muertos se asusten si me ven aparecer por el cementerio.
-Bárbara, no exageres, eres todavía demasiado imprudente, al final terminarías bailando con ellos, con los muertos, digo, y seguro que alguno te lo llevarías al huerto, qué te conozco, qué la vergüenza sólo la conoces si te dejan descalza, porque llevar zapatos, querida mía, te da alas, aunque sea sólo para volar cerca de casa.
- Porque me guste vivir bien no significa que sea una desvergonzada, David. Además ¿qué hay de malo en sacudirse de vez en cuando el polvo del antebrazo? querido.
- Pasa por ese pasillo, ya nos estamos acercando, pronto terminará todo esto.
- Y no quieres que me vuelva, te acaricie la espalda y te coma el cuello.
- No seas tonta, y sigue caminando, qué yo ya te daré la comida que te has de comer.
- No te pongas así, David, tal vez, yo ya esté empachada, pero tienes razón es mejor callar y seguir avanzando. ¡Hace calor! ¿me quito la blusa? Pero ¿qué coño es eso?
- No querías diversión, Bárbara, aquí la tienes.
- No, yo no quería esto, yo quería...por favor, dime que no es esto lo que yo estaba buscando.
- Tú sabrás, Bárbara, cada uno busca, lo que busca...
- Pero David ¡tú me prometiste qué esto no iba a suceder nunca! ¡David contesta! Suspiró Barbara
- Te presento a tu nueva madre, Bárbara.
- ¡David, estás hablando con una puta muñeca, es una muñeca de plástico!
- Quiero irme, estás loco, quiero irme.
- ¡No! quiero que te acuestes al lado de ella, y que la beses ¿dónde dijiste? ¡ah! sí en el cuello. Venga quiero verlo.
- -David, no me hagas esto, tú eres mi suegro ¡por Dios!
- -Sí, y ¿dónde está mi hijo?
- -Sabes que yo quiero a tu hijo. Rafael es todo lo que tengo.
- -No te importó eso cuando mi hijo entre lágrimas te imploró, una clemencia tal, que hizo temblar hasta las mismísimas piedras de esta Iglesia.
- Tu hijo no pudo más, no pudo soportar la situación, fue débil, David. No soportó ser un segundón pintor.
- Mi hijo abandonó, lo abandonó todo, porque tú no supiste perdonarlo, perdonar que fuera débil.
- Hay cosas que no se pueden perdonar, aún así, hemos sido felices. Abandonó su carrera, su futuro, no tiene esperanza, no es mi culpa. No me hagas sentir culpable.
- ¿Quién tiene la culpa entonces? Bárbara
- Él, por no saber aferrarse a lo que le conviene.
- Cállate, y ponte al lado, de esa muñeca.
- Es una muñeca de plástico, de dónde la has sacado, de alguna tienda de esas...porno, supongo.
- No seas, tonta, te repito, qué te pongas al lado.
David sacó un cuchillo y con un gesto amenazante señaló a Bárbara.
Bárbara miró el cuchillo cómo si fuera el tallo de una rosa, y sentía que su sangre daría el color a la flor, pues el capullo ya estaba formado, sosteniendo un cuchillo en la mano. No tenía miedo, sólo estaba expectante, incluso estaba disfrutando, pues por fin sentía la emoción de no seguir viviendo, por tanta vida que llevaba dentro. Algunas veces sentía que explotaba de alegría, por tanto, una pequeña herida que le hiciera aliviar el dolor de su felicidad, tampoco le vendría mal. Bárbara sonrió.
- Si me has de matar, que sea por detrás, porque es así como a tu hijo le gusta más. Se jartó Bárbara.
- No te burles de mí. Túmbate al lado de la muñeca.
- ¡Pero por Dios! Estamos en una Iglesia, estás loco, pero loco, como un asqueroso choto.
- Túmbate.
Barbara se tumbó. David se acercó lentamente, y le arrancó los botones de la blusa, para hacerle una pequeña herida en el corazón. Le dio un beso en la mejilla, levantó los brazo bruscamente con la intención de clavar el cuchillo, pero entonces Bárbara volvió a suspirar un "no" pero sin dejar de sonreir.
- ¡Nooooo! Por delante nooo.
- ¿Te voy a matar y lo único que te importa es que lo haga por detrás?
- Mira David, ya que me matas hazlo bien, por favor, por detrás seguro que es más emocionante. Además así cuando tu hijo me vea, dirá: "Cómo lo has sabido, padre, qué por detrás, siempre uno, disfruta más.
- Bárbara, no tienes remedio. Dijo David agachando la cabeza. Mi hijo te quiere, pero ¿cómo no ha de hacerlo, si no temes ni a la muerte?
- Ya te he dicho que quiero a tu hijo.
- Lo sé.
- Pero, David ¿por qué tanto interés en matarme junto a una muñeca hinchable? tú no das ese perfil ¡Ay! qué pillín el abuelo ¡joder con el suegro!
- No Bábara, no te vayas a confundir. Ha sido idea de mi hijo.
- Pero será...cómo pille a Rafael, por qué usted ya no me va a matar ¿verdad?, aunque insisto, si me ha de matar mejor por detrás, qué vas a disfrutar más seguro.
- No me hagas reír. Ha sido idea de mi hijo Mario.
- Pero ¿por qué? ¡Qué familia! qué ganas de ir matando tenéis ¿no? Pues sinceramente, esto yo no lo veo normal ¡Y en una Iglesia! con lo bonito qué es venir aquí los domingos a misa. Ya no sería lo mismo, imagínate todos arreglados para escuchar misa, y yo por aquí muerta al lado de la dichosa muñeca. Por cierto ¡qué buena está la dichosa!
- Mario, estaba harto de que todas las tardes, te pasaras por casa, en busca de Rafael, sabiendo que él no iba a estar. Bárbara, eso no está bien. Mario es hombre, y tú una mujer atractiva. Marió empezó a preocuparse por Rafael. Sabes que eres muy descarada cuando quieres. Una vez, te presentaste en la casa cuando no había nadie, y no se te ocurrió otra cosa que gastarle una broma, chillando por la ventana, que sacará la muñeca de debajo de la cama, qué tenía cara de gusto, y que eso era raro en él.
- No tengo culpa qué su hijo tenga cara de esparrago ¡por favor! ¿es qué yo voy a ser culpable de vuestras desgracias? Su hijo Mario necesita alegría, qué juegue a la vida eligiendo atrevimiento, siempre elige verdad, y con la siempre verdad, de la verdad, David, tú que ya eres mayor, debes saber, qué uno al final se va a estrellar.
- Tienes razón. Le falta vivir más. Pero no contigo, descarada.
Bárbara agachó la cabeza.
- Lo siento, no era mi intención, o tal vez sí, qué más da, ahora estoy en una Iglesia con una muñeca hinchable.
- Todo tiene su por qué, mi hijo Rafael ha decidido hacerse cura. Dijo David
- ¡No jodas! eso es peor qué matarme, qué dices, ¿estás borracho? ¿es una broma?
- No. Tenía cierta vocación de pequeño, y tú pequeña descarada, le has marcado el sendero, cuándo te vio gritando por la ventana, en nuestra casa, a Mario.
- Dice que ya no quiere verte más, y que te vayas cuánto antes.
- No me lo puedo creer, no puede ser verdad, esto es un sueño.
- No es un sueño, pero lo cierto es que me has hecho disfrutar con todo esto. Deja que Rafael, se haga cura, y que Mario salga de Murcia, y conozca más mundo, qué cuando vuelva, si tú quieres, estaremos los dos esperándole, y si puede ser en la cama.
- Claro, tú seguro, chocheando, pero tú ¿qué te has creído?
- Sé que no me vas a decir que no.
Se acercó a ella y le tocó la entrepierna.
- Necesito de tu alegría, de tu juventud ¡bésame!
Ella sorprendentemente, se giró, le tocó el pelo, y lo besó.
- ¿Cómo lo has sabido?
- Desde siempre, Bárbara, soy viejo, y no soy tan tonto cómo mis hijos. Yo te quiero. Y te quiero de verdad, cásate conmigo y nos vamos a otro lugar, lejos de aquí. Sabes que podemos vivir bien.
- De acuerdo. Pero entonces...todo este tiempo nos has mentido a todos. El perfecto viudo, el perfecto padre.
- Tenía que conseguirte. Fuí yo quien te vio por primera vez en la fuente del pueblo bebiendo agua, y me enamoré de ti en ese instante, en el mismo instante que enseñaste tus bragas rojas al bajar de espaldas por las escaleras de la plaza. Siempre tan desvergonzada. Lo sabía todo de ti, sabía lo que querías, vivir bien, así que fue fácil casarte con mi hijo Rafael, lo conozco, no tiene sangre, no sabe hacer una buena faena ¿verdad, Barbara? No sabe nada, es mejor que se dedique a la meditación, espero que eso le vaya mejor. Estimé que duraríais unos dos años, en el fondo sé que tienes buen corazón. Al final durasteis seis años, no contaba con que fueras tan sentimental. Después estaba seguro que enamorarías al pánfilo de Mario, aunque le costó. Tuvimos una seria conversación, y le acusé de que era él el provocador y que tarde o temprano Rafael acabaría enterándose y eso lo mataría. Efectivamente se lo conté a Rafael, y le insinué que el único camino que tenía era el de ser clérigo, total, siempre había tenido vocación. Tampoco me fue difícil convencer a Mario para darte un pequeño susto, una lección moral , así te quedaría claro lo fiel hermano que es.
Y ahora estamos tú y yo.
- No digas más, y llévame lejos, pero no esperes mucho de mí. Seré tu muñeca, y sabré vivir bien, es lo mejor que se hacer, pero tal vez sea yo, la que en un futuro te clave ese cuchillo por la espalda, le confesaré mi pecado a Rafael, que hará que Mario vuelva otra vez a Murcia, para casarme con él.
Juntaron sus manos, rozaron sus muslos, y se besaron. Bárbara no dejó de sonreír pues consiguió tener padre y vivir bien, lo que siempre había soñado, la descarada Bárbara, dónde a la edad de quince años enterró sus escrúpulos junto con las bragas, debajo de una sábana de algún local, en compañía de algún cualquiera que le hiciera volar fuera de su hogar.
Confío en ti
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