viernes, 14 de abril de 2017

Doce claveles rojos

Techos de cartón

(Para que dejen de existir casas sin techo)

Doce claveles rojos cubren mi hiel,
doce sábanas blancas me arropan cada día,
doce amores de color oro, son mi manantial
de olores y aromas, que endulzan mi paladar,
para dar sentido a un alma, que aclama su lugar.

Doce discípulos corren para la agonía de la alegría,
porque creen volver a nacer, de su encuentro cada día.
Doce discípulos que se limpian sus pies, para poder
correr, por la vida del día después, cómo pequeñas
gotas de lluvia, que impiden al alma no ver su amanecer.



Doce voces que me llaman cada día, para susurrarme
al oído, que el amor se esconde en un rincón, del que no se deja ver, porque el amor es tu piel, para que puedas
comer, del aire y del tiempo de un pasado que se
encuentra con el presente, para darte su pequeño regalo.


Doce razones que nos ayudan a creer que el amor existe,
porque no puedes respirar, ni oler, ni ver sin él.
Doce ojos de alta vana en susurros y sollozos, que hacen
que ustedes sean el alivio, del que nace de un tren para poder
volver, a un pueblo de pescadores de alma rota, por llegar a comprender.

Doce murmullos de mi sin razón, que aclaman un lugar
en mi corazón, para que no sienta en mi piel el atardecer.
Doce amantes que me ayudan a levantarme, para que
pueda ver, la sencillez de un mundo que está a nuestros
pies. Porque es así, para el viajero de ida, en la madrugada de su vida.


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