Y en una puerta no concreta para mi alma, hizo nacer un niño estatua, la bienvenida a tu casa vacía de Mojácar. No te conozco, pero tu rocío de lo que fue tu vida, invadió mis ansias, aunque sé que mi espera es vana, por culpa del tiempo, que hace años robó mi sueño, aún yo sin saberlo, pues es él, el que me impide ahora la entrada a tu casa, al convertirse, en su embargador dueño.
y...
Vi la puerta cerrada, pero ahí estaba la estatua,
sabiduría de agua salada. Sabía que si entraba a
tu casa, primero debía de ser bautizada, por el influjo
del aire, que proporciona la pequeñita membrana,
que sale del cuerpo inerte de esa figura, en forma
de arrugada rama.
Qué mal he hecho yo, para que tanto placer invada
mi cara? Pues tu desahogo para eliminar tus malicias,
que ya no te son tan necesarias, en forma de turbulentas vías,
hace que me piense beber de tu agua, para poder entrar
a tu casa, mi hogar, si me recibes con tu sonrisa al entrar,
pues las bendiciones, hacen nacer, lazos comunes del saber.
Y ahí estoy, en la puerta, mirando tu Manneken. Pensando,
si de verdad, es oportuna la entrada a tu hogar, paraíso que
confiscas cada mañana, pagando con el agua inventada,
del rocío de tu casa, porque para saber cuál es la verdad,
de lo que llamas tu vida, primero tengo que saber cuál es
tu mentira, que tan bien haces expulsar, a través de ese niño virginal.
Quedo en la puerta, presto en paciencia, tiempo de espera,
que como una flor de amplias espinas, araño tu prisa.
Pues la vida si te conociera fuera más brisa, pues la muerte
si no lo hiciera, se convirtiera en la tortura de unas simples
aguas limpias, que transparentan colgantes de ilusiones
rotas, por no conocer lo que hubiera sido tu sonrisa, para mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario