domingo, 24 de abril de 2016

El fámulo de la historia viva

El fámulo de la historia viva,
hace que el péndulo de lo escrito
se vuelva seco y extraño, ante la
mirada de unos ojos, que no terminan
de cerrar sus pequeñas aureolas,
por ser ahí, dónde empiezan a romper nuestras olas.

Todos necesitamos del fámulo,
para guiar nuestras vidas.
Porque sin él no conoceríamos
el aciago lugar que el azar
nos ha proporcionado,
pues es nuestro deber,
el saber transformarlo.

Si no existiera el fámulo,
el sediento pediría de comer,
el hambriento de beber,
La madre querría ser padre,
y el padre pediría dar leche
antes de acostarse.

The Nightmare



El fámulo irremediablemente,
se convierte en nuestra brújula,
de aciertos y enclaves, para seguir
en la burbuja, de quien flota,
por existir la extensa marea, de una mar
que brilla, por saber curarse sus heridas
con la sal, que el destino le proporciona.

Por tanto, es mejor sucumbir a los encantos
de la historia, para comprender
que el cielo va seguir siendo cielo,
porque un día, alguien escribió, que no existe
la gloria, si tus ojos se cierran a la memoria.

domingo, 17 de abril de 2016

El cacare de la vida

Señores ya se puede evolucionar todo lo que se quiera, que seguimos siendo guarros por naturaleza. Nunca han oído la expresión "la naturaleza siempre se abre camino". Pues ahí lo tienen. Seguiremos cagando y meando todavía durante muchos años más. Sí lo sé. La realidad siempre es dura. Pero no hay mejor opción que ser realistas y aceptarla. Seguiremos cagando y meando, y es más, seguiremos siendo pedorros y teniendo mocos.

Algunas veces pongo en duda este hecho, a pesar de que grandes científicos de la historia lo han demostrado una y otra vez, por lo que he de postrarme ante sus evidencias.

Intuí algo ya, cuando al nacer mis hijas tuve que limpiarles una serie de secreciones olorosas que cada cierto tiempo expulsaban por unos agujeritos muy graciosos. Ante tal hecho desagradable, fui a pedir consejo a unos grandes expertos en medicina, entre ellos a mi madre, la cuál me aseguró que a mí también me pasó algo parecido durante la primera infancia de mi vida. Fue un shock para mí, lo reconozco, admitir que yo también pude emitir ciertas secreciones olorosas. Obviamente le dije a mi madre que había perdido el juicio. Qué yo jamás puede padecer algo parecido. ¡Vamos yo! 

Estos expertos, después de muchos estudios, dictaminaron que esta "rara enfermedad" se curaría con el paso del tiempo, por lo que mientras tanto, les pusiera a mis hijas unos apósitos especiales llamados pañales. Consejo que yo seguí durante dos años, pues fue lo que tardó esta rara enfermedad en desaparecer.

Me olvidé de este tema, hasta que en un desfile de las fuerzas armadas, (aprovechando una visita que hice a Madrid para ver unos cuadros del pintor murciano  Enrique Nieto, puesto que había sido invitada expresamente, y ya se sabe que es de mala educación rechazar tales invitaciones), al pasar unos caballos, observé qué también emitían esas mismas secreciones, pero me percaté que eran de otra textura más delicada y menos olorosa.

Me sobrecogí en mi asiento, no podía creerlo, mi alma se lleno de cemento. No podía ser verdad lo que estaba viendo. Tal fue mi estupor, que necesité ayuda psicológica en ese mismo momento, que derivó en una terapia de choque. En una de las sesiones tuve que estudiar la figura de Cela. No me pregunten ustedes el por qué.

La terapia de choque fue muy productiva, y todavía recuerdo, cómo el psicólogo, que se convirtió en un gran amigo mío, terminaba todas sus sesiones diciéndonos que "por muy desagradable que sea la expulsión después, siempre merece la pena beber y comer... sano y bien, pero eso sí, siempre con moderación y discreción." 

El psicólogo, que se llamaba Pedro, formó un grupo de nueve personas, y nos reuníamos todos en un café llamado Zalapín. Una vez un miembro del grupo, en plena abdución de contenidos, se levantó y dijo tres veces "¡qué viva el Cho-cho-cho-cho-----!" Todos miramos perplejos, pues nunca antes había hablado, cinco minutos más tarde, cuando ya nos estábamos despidiendo sonó un "lo". Después nos enteramos que esta persona era algo tímida, lo que le producía cierta tartamudez.

Pedro me enseñó a decir pipí y caca correctamente. Se convirtió en una tarea algo difícil, no crean, pero me ayudó mucho en mis quehaceres diarios, pues Pedro nos hizo reflexionar a todos, sobre ciertos aspectos de nuestra vida. 

Nos explicó, por ejemplo que la expresión "la has cagado", no guarda relación con la expresión "estás enchochado/a", sino que en verdad, con lo que guarda una relación, es con el concepto de cagar. Incluso nos hizo estudiar ciertas declinaciones en latín, para hacernos ver que todo esto, ya le venía al ser humano de lejos, y del latín ni más ni menos, ¡qué cosa más culta! Concretamente la palabra cagar proviene de la derivación latina"cacare". 

También nos explicó  cuál era verdaderamente la función de los váteres. No nos lo podíamos creer. Yo sinceramente pensaba, que se trataba de una especie de silla especial para pensar, y que después de unos minutos, por el esfuerzo de tales pensamientos se producían, digámoslo así, ciertos frutos.

También pensaba que servían, para hacer que pasara más rápido el tiempo en el trabajo. Ahora comprendo las caras de circunstancias de mis compañeros, cuando yo, cada vez, que salía de los aseos de mi trabajo, exclamaba con una gran sonrisa "qué jefazos más majos tenemos". 



El resultado de todo esto, nos provocó tal presión a los nueve, que derivó en una confesión de cada uno de nosotros, a lo sexto sentido, afirmando, "que en ocasiones cagabamos". Sí, imagínesen la famosa escena de la película el "Sexto Sentido", pero cambiando las palabras muerto, fosas... por cagar o váteres. Fue muy gratificante saber que no estaba sola ante tal hecho.





 En especial recuerdo a Samuel, un miembro del grupo. Un día vino muy nervioso, y antes de que empezara a introducir, como siempre hacía, la clase Pedro, él exclamó sobrecogido:

- ¡Entonces "me cago en la puta" proviene también de la palabra cacare... de las secreciones! ¡No puede ser! yo creía que significaba "amo a la sabiduría ¡Pero entonces yo, yo qué he hecho, Dios mío qué he hecho!

 El psicólogo no pudo sino que confirmar la verdadera acepción de tal expresión con un rotundo "Sí" susurrando:

-"Otro que ha leído a  Julio César Londoño".

Todos callamos, cómo si un alma perdida y desesperada, hubiera recorrido por un momento la habitación de la sala.

Samuel no podía soportar la idea, de que cada vez que había visto a la mujer de sus sueños, le había estampado un gran "me cago en la puta", creyendo sinceramente que le estaba diciendo "me caso con la sabiduría" Fue entonces, cuando encontró la explicación, del por qué la familia de ella lo terminó repudiando, pues era algo que no lograba entender. Al final terminó, por propia voluntad encerrado en un psiquiátrico llamado "Tribuson" hasta los sesenta y algo años. Larga condena para tanta inocencia.

Para aliviar el dolor de Samuel, ese día, terminamos todos haciendo un ejercicio práctico de sabiduría con la palabra "budza". Fue realmente una grata experiencia, que ayudó muchísimo a la cohesión del grupo.

También redactamos una poesía:

"Volverán las oscuras golondrinas para
vernos cagar y mear, pero aquellas a las que
se les pueda algo escapar, aquellas
no volverán"...

Al final me licencié en secreciones olorosas, me dieron el alta y empecé a trabajar. Pero yo sabía que el psicólogo no me iba a dejar, así como así. Iba a tener que pasar ciertas pruebas, lo que él llamaba "las prácticas". El factor sorpresa era determinante.

La primera prueba que tenía que pasar, era la de compartir baño con un desconocido. Para ello me buscaron un "acompañante" y me inventaron a no sé que exposición en el Museo Reina Sofía, para lograr que yo viajara a Madrid. 

Al llegar al hotel, todo mis ser se concentro en el baño, y en mi cabeza sólo estaba el pensamiento de cómo deshacerme de mi acompañante durante, vamos a dejarlo, por lo menos, un cuarto de hora. Me lo puso difícil, aunque al final lo logré. Pero claro está, esto no era lo que se pretendía. Aquella noche pagué caro mi error. 

Llegó la noche del día siguiente. Y cómo me temí... el primer retortijón. Sabía que tenía que actuar rápido, deslizarme por la cama, coger la llave de la habitación, vestirme y bajar al baño del hall del hotel. Operación imposible, y eso que lo había planeado bien. Yo creo que mi acompañante le habían preparado unos sensores de movimiento, porque con cada gesto que yo hacía para levantarme de la cama, él respondía con otro gesto, agarrándome y abrazándome, retorciéndome el estómago. Al quinto retortijón, mi cuerpo no pudo sino que rendirse a la evidencia, de que esa noche no iba a tener el consuelo del "cacare".


Prácticamente cuatro días sin emitir tan sólo un pequeñito metano más a la atmósfera. Dura un día más el viaje y exploto. No superé la prueba lo reconozco. Mi pena... dos meses en la cárcel social.


La segunda prueba la llamaron "el cacaren del trabajo". Después de tres años, sin verme en la necesidad de utilizar en su plenitud los aseos de mi trabajo, pues siempre había tenido cierta avidez para manejar los tiempos, un día me vi en la obligación de utilizarlos en todas sus facetas posibles. Ese día, me convertí por un momento, en el Rambo del baño, esperando, allí sentada, a que entraran los "Charlies" .

Lo primero el camuflaje, utilizando pasillos para acceder y salir del baño antes no descubiertos. Sólo me faltó hacer un túnel por el suelo, pues era fundamental crear una hipotética duda razonable, por si me pillaban.

Cómo si de una granada a punto de ser lanzada se tratara, utilizaba yo la cadena de váter, para hacer ruido, y mi plan de huida era la ventana. No podía permitir que mis compañeros de trabajo se enteraran de qué en ocasiones cagaba. Al final supere esta prueba. Eso sí perdí algún potencial amiguete majete, de los buenos, de los que no cagan.

La tercera prueba consistió en tener que defender una posición crucial de mi vida, ante un abogado, después de que mi garganta emitiera toda clase de sonidos desagradables, terminando en un gran estruendo emitido, a modo de sonido todavía más desagradable, por la nariz. Estoy muy orgullosa de haber aprobado esta prueba. No fue fácil os lo aseguro.

En la cuarta prueba tuve que abandonar, muy a mi pesar mío, alguna flatulencia de dudoso honor. Sólo en casa se me estaba permitido hacer ciertos ruidos. También supere esta prueba. 

La quinta sin duda fue la mejor. Escogieron un día en el que yo iba vestida con un pantalón de un material parecido al raso, en el que cualquier gota de sudor, se podía haber hecho famosa ante el mundo entero, por su cante en el pantalón. Los extras eran hombres que paseaban por la calle. Su misión piropearme y mirarme fijamente el culo, para hacerme subir al delirio del placer de las grandes alturas mientras yo me dirigía a mi trabajo. 

El detonante un polvo maléfico que entró por mi nariz, produciéndome una sensación de ahogo casi insoportable, que hizo que estornudara a la misma vez que tosía. Es mentira cuándo afirman que la perfección no existe, porque les puedo asegurar, que en ese día, lo imposible se hizo perfecto. 

Se juntaron todos los factores, para que la jarra de mi vientre derramara unas pequeñitas gotas de agua ¡Y qué iba hacer yo! Pues empeorar más la situación en el aseo de un bar, y aguantar, cómo no, el chaparrón. Eso sí los extras hicieron un gran trabajo, porque no dejé de sentir su mirada a mis posaderas ni tan siquiera un segundo. También aquí perdí algún potencial amigo majete, de esos, que no mean.

Salí ganando sin duda con esta situación, porque me dí cuenta de la naturalidad de mi comportamiento. Es más, incluso me alegró el día, e hizo que me convirtiera por un instante, en una cebolla pelada, algo tostada, eso, sí.  Y que tomara decisiones, que estoy segura que sino hubiera sido por esta situación, no hubiera tomado. Sé que es raro y no encuentro explicación, pero me sentí feliz y cercana. Tal vez, mis grandes alturas, deban ser las cotidianas, siendo el destino el juez que impone la pena, para que cada vez que la balanza de mi alma se balancee, por el vértigo que le produce el oxígeno de las alturas, la humildad salga como buena dama, a proporcionarle una buena cura.

Y fue así cómo terminé doctorándome en el "cagare de la vida", ganando un acceso al reino de la prudencia en mis comportamientos.






miércoles, 13 de abril de 2016

Ramos de violetas


Si suave es la noche para Fiztgerald,
temprana a mi me suena.
Porque un suspiro de realidad
siempre es una buena condena.

Es más, ya te digo que cojo tu relevo,
de caminar sobre las piedras que me
queman y me duelen por lastimar tu cuerpo.



Qué aquí me tienes, a pesar del tiempo,
porque las gotas del temprano rocío
nunca las acaba el viento.

Enterado pues quedas, de esta hazaña
tan extraña. Que tienes mi apoyo,
aunque no en el quicio de la mancebía,
ni en el arroyo de mi fantasía.


Sino que nace del estrecho bien
que me proporcionaste un día,
cuando nadie, ni tan siquiera Dios te lo exigía.




(Aunque sé que mi apoyo, no es el más
grande de los tesoros, que quiera ser encontrado. 
Te puedo asegurar, que se asemeja mucho, a ese ramito 
de violetas que tan bien nos cantaba Cecilia
para hacernos descubrir que no siempre se conoce
lo que se ansía.)








domingo, 10 de abril de 2016

El nacimiento de los derechos humanos



Butaca tres, fila diez. Aplausos en directo. Cocinas paradas. Luces apagadas. Empieza la función.

Bailes de países cogidos de la mano sin llegar a tocarle las narices al actor que está realizando la función. Espectadores espetando.

Alemania con Argentina, Chile con Honduras, España con Francia, Estados Unidos con Reino Unido, Rusia con Arabia, Macedonia con Chipre, Italia con Grecia, Israel con China, Japón con Pakistán, Rusia con Sudan, Egipto con Irlanda..

Mucho ruido y muchas nueces. Los países se preparan para saludar a los espectadores después del baile. Un espectador perplejo, se levanta de su butaca, mientras arroja una sonrisa de primavera de alta madrugada.


De repente todos callan, con una angélica humildad el regidor sale a escena. Alguien ha tirado una toalla blanca y le ha dado en la cara a Rusia mientras saludaba. Todos miran al actor. Éste calla y sigue con la mirada al regidor, para saber dónde va a guardar la toalla.

Un muerto aparece bajando por una cuerda. El muerto parece real. Los actores lo abrazan y lo desnudan a la misma vez que cantan. 

Sale un actor joven moreno y apuesto. Hace una aparición estelar con el cuerpo totalmente desnudo (o aparentemente desnudo). Dando vueltas sobre sí mismo se viste con las ropas del muerto, alejándose de los países del mundo.

Una vez vestido, el actor se acerca a una niña rubia de ocho años, que también a salido a escena con anterioridad, y le pregunta:

"¿cuántos años te quedan de vida, si mi ropa no es mía?

La niña le contesta:

"¡Ojos grandes son los tuyos, que te visten cuando estás desnudo! No era necesario cubrir tu cuerpo con ropa que no era tuya, por ser de otro que ya no tiene vida. Esa ropa te contamina. Debes de quitártela y simplemente hablar con la mirada. Nadie se dará cuenta de que estás desnudo. Todos te observarán anquilosados en sus posturas acérrimas de altos vuelos, mientras tú le levantas un lucero, en cada cuervo de palabras que bailen en el aire para formar sus frases. Así seguirás con vida. De lo contrario, esa ropa se hará tuya con el paso de algunos años, siguiendo tú, la misma suerte de este muerto que está ahí yacido"

La niña se acerca al muerto y le cruza los brazos y le cierra los ojos. Le da un beso.

El actor joven le reprocha:

"¡No contestas a mi pregunta!"

La niña cabizbaja, oriunda de una soledad que no es suya, lo mira, lo abraza y le pregunta:

"¿No te has percatado de que estoy vestida?"
" Mi vida se acaba, porque mi padre me quiso ver vestida. Nací para morir. Ese es mi destino. Pero no es el tuyo. Yo no tuve opción. A los seis años de edad me pusieron las ropas de mi prima Alejandrina. Tú sin embargo te vistes solo para estar solo. Has muerto. Vete porque ya no puedo seguir hablándote."

El actor joven le coge de la mano, le seca las mejillas, y con una voz trémula, le susurra:

" No te preocupes por mí. Quiero correr con tu misma suerte"

-Suena una música armoniosa, y los países comienzan a bailar  alrededor del actor joven y de la niña, formando un círculo.- -El actor se gira dirigiéndose a los países-

" Quiero morir, porque he vestido con ansia y desesperanza ciento de lugares. Pero mi destino ha acabado, en el mismo instante que ha comenzado este baile."

-El actor se gira y besa en la boca a cada país-.

"Yo soy el hambre, niña, y te puedo asegurar, que conozco bien, a cada uno de los que bailan aquí. Quiero, morir, sí. Yo quiero morir, pero antes de mi muerte te aseguro que te desnudo a ti."

La niña se torna en morena, y piel se le vuelve negra. Y contesta:

"Yo soy la esperanza y mi muerte estaba asegurada. Sin embargo tú me dices que voy a vivir. ¿tan seguro estás?"

El actor joven la arropa y le dice:

"El hambre hace milagros, niña. Y tú simplemente vas a ser el mío. No busques explicación donde no la hay. Yo tampoco voy a ser capaz de comprender. Pero ha de ser."




De repente se escucha un canto de la antigua Grecia, y aparece en el escenario una señora mayor de pelo corto, de aspecto elegante e imponente. Muestra un look de los años cincuenta. Sonriente, enérgica y con don de mando se dirige a ellos y les dice:

" Mirar chicos, el hambre ha de morir para que la esperanza viva. Y yo voy a ser la "suerte" que hará suyos, los méritos escombrosos de quitarle al hambre su don de la dignidad. Por eso mis queridos, yo hago mi aparición, pero en cuánto yo desaparezca volverá a vestirse este muerto (señala con desdén al muerto) con sus propias ropas, y todo comenzará de nuevo. Os adelanto que no suelo durar más de una década."

Al decir esto, sale un niño de diez años corriendo desde los bastidores gritando:

" Y mi padre, ¿dónde está? ¿Por qué está tumbado? ¿Está muerto? !Maldecidos! ¡El poder nunca debe morir! ¡Yo iba a ser su política! ¿No le entendéis? ¿Pero mamá que haces aquí? (el niño mira a la señora)

-Todos los países se paran bruscamente y exclaman un gran "oh".-

-La señora actriz sonríe jocosamente con ironía, y exclama dirigiéndose al público:

"¡Qué mala suerte! "

El niño exclama:

"¡Ah! ¿Qué? ¡Ya has vuelto a matar a papa, otra vez! ¡Ahora a esperar otra década para que vuelva a renacer!

La señora actriz le contesta:

"¡Niño calla! ¡no le des esperanzas al hambre! 

"¡Venga, vayámonos todos! y ya dentro de una década, arreglamos cuentas" 
Dice mientras echa a empujones del escenario a todos los actores."

 Cuando se queda sola, se apagan todas la luces, y dirigiéndose al público dice mientras suena una canción de ABBA:

"Lo siento, yo maté al poder. Era necesario para poder... para poder conocer a la dignidad de la humanidad. 

Sale a escena un atractivo hombre de sesenta años, la dignidad humana. Se dirige a la suerte y le dice:

"Vamos cariño. Tenemos que disfrutar del tiempo que nos puedan dejar, ahora que el mundo se ha enterado" He de decir que siempre he estado enamorado de ti. Tú eres mi suerte (le coge cariñosa y caballerescamente  las manos a la suerte, y se las besa) No me arrepiento de nada. Te quiero, eres una mujer muy valiente."

La suerte contesta:

"Sí querido, vamos. Estoy segura, ahora que estamos juntos, que mi hijo te terminará apreciando. ¡Quién sabe! incluso puede llegar a quererte como a un padre." 

La dignidad le tapa la boca con un dedo y le dice:

"¿La política? ¡Calla! No hables más. Ahora nos toca vivir a nosotros. Tarde o temprano nos terminaran aceptando"

"Te quiero"

La suerte susurra lentamente mostrando un gesto de madurez:

"Te quiero"

Los dos actores abandonan el escenario cogidos de las manos mientras se baja el telón.
Suena una voz en "off" 

"Con el paso de los años la suerte y la dignidad de la humanidad tuvieron 30 hijos. Nacieron en París. Les pusieron a todos por nombre "derechos humanos". Les hicieron una declaración universal en sus nacimientos, siendo la madrina una buena amiga de la familia, la ONU. Y así termina esta historia. Por ahora.




(Para una función de la ESO)














martes, 5 de abril de 2016

Cajas de cerillas

Vas paseando absorta en pensamientos que dibujan una mirada hacia lo eterno,  que se pierde entre las sombras que acobijan a los árboles. De repente esa misma mirada, como si de una cámara de cine se tratase, se para, y anota con perplejidad, en las anchas aceras de un siglo pasado no presupuestado, la presencia de los rostros cotidianos, desde la perspectiva de la multitud. No los puedes diferenciar, al igual que no se puede diferenciar cada grano de arroz que forma el saco abierto. Alzas la mano con la intención de tocar algunos de los gestos de esas caras, que se desdibujan con el resplandor de los primeros rayos de sol. Los rostros que van adornados por viejos abrigos negros se me escapan. Los demás se quedan para que pueda seguir contemplándolos, pero mis manos no son capaces de tocarlos.

Pequeños muñequitos de playmobil parecemos si somos observados desde lo alto . 
La ciudad hoy amanece en una caja de cerillas llena de muñequitos de plástico que alguien dispuso un día, tal vez un niño, en un tarde de juego, donde pareció reinar un sol acalorado, colocándonos a todos bien alejados, para que no pudiéramos ver fuera de nosotros, para que no pudiéramos tocarnos. Aunque, eso sí, caminando, pero con un movimiento de tal lentitud, que nos da tiempo, al día siguiente, a recuperar, exactamente, el mismo lugar en el pavimento de los sueños del día pasado.

Si estos muñecos tuvieran sangre por los polímeros de sus brazos, se romperían sus venas al ir paseando por la ciudad. La sangre caería por sus muñecas al igual que el aire roza sus telas. Tal es la naturalidad de este desangrado, que estos muñecos se seguirían abrazando, si apareciera ese saludo tan esperado, de alguna persona conocida que se ha cruzado en sus caminos en un momento dado.

La sangre formarían pequeñas gotas de lluvia por debajo de nuestras cinturas, sin manchar nuestros pies y manos. Las calles y avenidas se convertirían en improvisadas venas irrigando algún corazón acabado. Algún negocio cerrado. Algún bolsillo explotado. Algún esclavo sentado. Algún asesinato. Algún mal pensamiento inacabado...

Confluirían estas venas de riachuelos urbanos, en la plaza del Ayuntamiento para bombear el corazón de un pueblo, para que se derrame su sangre a través de los impuestos, y se oxigene por el bien común de los ciudadanos, que cada día se levantan con la esperanza de salir de su propia caja de cerillas de rutinas cotidianas.


viernes, 1 de abril de 2016

La fuerza del viento

¿Puede una pluma romper una puerta?
¿Puede el tesón ser fiel al corazón?
Escribir sobre lo vano, de manera sobrecogida,
no me es algo necesario hoy.

Tal vez si pudiera sentir el olor del viento,
pudiera yo acogerme a un sentimiento.
Tal vez al tuyo, tal vez al nuestro.
Tal vez... tal vez, tal vez seamos nosotros
la fuerza del viento en cada intento.