jueves, 31 de diciembre de 2015

La Reina Triblot. El Bosque

PRIMERA PARTE


CAPITULO I: EL BOSQUE DE LOS CUATRO SABLES


Erase una vez,


En un oscuro día gris, donde la luz no hizo aparición en todo el país de Triblot, un anciano del lugar llamado Urlas, de aspecto desagradable y raído, famoso por sus brebajes y maleficios, fue reclamado por el Rey Sego con una urgencia inusual. La misión fue encomendada a tres guardias reales, que murieron en su cometido,  pues el anciano vivía en el bosque de los Cuatros Sables, un lugar inhóspito, lúgubre y de numerosos peligros desconocidos hasta ahora, pues nadie, había podido salir de aquel lugar con vida, o sin ella, salvo el anciano.

Eran cinco las melodías, las más bellas que jamás se hayan cantando, las que contaban la leyenda de aquel bosque. Estos cinco cancioneros eran como ríos de armonías para los oídos, y hacían que todo aquel que escuchara sus cantos, se bañara en sus letras y se sumergiera en sus ritmos, de tal manera que les inducía a una cascada de ensoñaciones, terminando con la visión de su propia muerte en el bosque. Se convirtió en costumbre para el pueblo de Triblot, escuchar estas canciones el último día de los festejos reales, allá para el mes de mayo. El Rey las hacía cantar por las Sabias del Reino, para lograr reconducir a sus súbditos hacia el camino del correcto.

Según la leyenda,  el bosque representaba el infierno del Reino. Este estaba salvaguardado por cuatro Caballeros. Los Caballeros estaban enlazados por brazos y piernas, de tal forma, que formaban con sus cuerpos las puertas de aquel infierno verde. Mantenían una postura de descanso, y sus cabezas estaban agachadas, mirando hacia el suelo. Cada uno de ellos contaba con un sable en la mano, también enlazados, formando estos, una especie de rejas infranqueables. Los sables eran como cuatro rayos de luna, y su empuñadura parecía estar hecha con la estela de los cometas. 

Estos Caballeros, cuyos rostros estaban formados por las llamas del dolor, ejecutaban con sus sables a los criminales que no habían obtenido el perdón del Rey, pero solamente en aquellos casos, en los que ya no se podía aplicar la justicia del Libro Sagrado protegido por Sabias del Reino. Estos cuatro Caballeros verdugos, emergían de sus posturas de descanso cuando había que dar muerte a los sentenciados, en las puertas del bosque. Eran cuatro las maneras de dar muerte, en función del crimen cometido, despertando así de su letargo, un Caballero u otro.

"El Caballero de armadura blanca, se encargaba de dar muerte a los condenados arrepentidos, cortándoles la cabeza.
EL Caballero de armadura gris, se encargaba de dar muerte a los condenados por violación, con una puñalada en el bajo vientre.
Un caballero de armadura marrón, partía en dos los corazones de aquellos criminales, que habían inducido con su dolor a la muerte de alguien.
Y por último, el Caballero de la armadura negra, sólo hacia acto de aparición, en los casos de alta traición al reino, cortándoles las venas, de tal manera, que su agonía era prolongada durante cuatro días, para que pudieran sentir en sus propias almas envenenadas, el daño y el horror provocado a su pueblo."

La justicia en Triblot era implacable desde la muerte de su primera soberana, la Reina Triblot. Pues cuando se cometía un delito, el Libro Sagrado se abría inmediatamente, para que sus páginas pudiesen describir solas lo acontecido, al son de un sonido de trompetas, que no cesaban hasta que la sentencia era dictada, alertando a todo el pueblo. Era entonces cuando el Libro se volvía a cerrar bruscamente, volviendo a la normalidad el pueblo de Triblot. Sólo en aquellos casos en los que el Libro no dejaba escribir una sentencia, actuaba la justicia del Bosque de los Cuatro Sables, a través del Rey, siendo este el único capaz de cerrar el libro, una vez que había sido ejecutado su propio veredicto.

El Libro estaba custodiado por las sabias del reino, mujeres, todas ellas de apariencia exacta a la de la Reina Triblot,  pero con distinta voz cada una, consagradas desde la muerte de su soberana con el don de la eterna juventud,

Todo aquel que hubiera cometido una atrocidad en su vida, estaba condenado a vagar por el bosque para toda la eternidad. Y en función de dicha atrocidad estaba su pena. Los que habían cometido un delito considerado menor, no por ello, menos atroz, se convertían en animales de la escala superior, como águilas o lobos... Y así, cada maldito, en función de su crimen, se encarnaba en una parte del bosque.

Hasta las piedras eran las tumbas de aquellas personas, que no teniendo derecho a ser enterrados en tierra santa, pagaban una buena cantidad de oro, para poder conseguir el favor del ayudante del sacerdote, con el fin, de que, a escondidas, propiciara con un engaño, a sus descansos mortuorios, en el más consagrado terreno de Triblot.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Feliz Navidad 2015

Hoy amanece de un rojo intenso mi cielo azul,
por los tintes anaranjados de un sol, que otra vez,
en su ausencia, la más aclamada de la añada, volverá a dejar paso, 
como cada diciembre, veinticuatro, a la divinidad
del más celeste morado, que puedan imaginar nuestros corazones,
para representar una noche de buenas intenciones,
colmada de todos los colores y manjares de amores,
para formar un ramo de las más lindas flores, 
que puedan burlas las balas de los odios y de los rencores.

Feliz Navidad 2015






jueves, 17 de diciembre de 2015

Sol opuesto

Preparas la pluma cómo si de un puñal se tratase.
Ritual cruel de papeles, tinta, luz y ausencia de gente,
donde la sangre del becerro se derrama en letras
preparadas, desalojadas de arrebatos oscuros,
 y de pesquisas pequeñas, pero duchas en esencia.

No brotan ideas, sólo la esfera puntiaguda de la
herramienta de escritura. Aunque notas el fluir del
agua segura, tenue en risas, por el contoneo del "dejarse llevar"
ante la propia corriente, de mi río, pequeño pero tranquilo.

Notas el  fluir de los cañizales de perdones, que asoman por
el sombrero de la tranquilidad de la paz, ante la tormenta
ambigua de la testarudez de la hipocresía, de saber
lo que es cierto: qué yo me arrodillo ante el incienso
de la verdad y de la espera, por no saber callar 
mi amargura y mi adviento, arrastrados
por cuatro corceles negros, más allá de donde
nace el viento ante el sol opuesto.

¡Bendigo la oportunidad de crecer mi cordón de nacimiento,
para que fluyan pensamientos etéreos y ciertos!
¡Exclamo la oportunidad de vida que se me presenta para 
cambiar mi amargura por dichas en la escritura!
y en el saber de la melodía de los nenúfares narrados
por personajes de bien,que quieren presentarnos
un nuevo amanecer, donde mi mano coja la tuya,
para que atada quede la deferencia del naufrago
ante el barco de la locura.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Juegos de tronos

Te levantas y sabes que toda ha cambiado. Miras a tu alrededor y ves la magnífica estampa de tu sombra proyectada en las sábanas. No quieres volar por encima de la fría alcoba, pero tus pies se levantan, sin que puedas poner freno a tu espalda mojada por un sudor, que nace del calor del abrigo de la noche más estrellada, en su cálida y gélida templanza, hasta que la luna haga presencia de luz en la habitación colmada de esperanzas.

Subes por las escaleras, y notas cómo caen al vacío cada uno de los peldaños subidos, en el momento que te alzas para alcanzar la siguiente calza. Ves la oscuridad del pasado, ya roto, al no existir la oportunidad de un temeroso regreso, pues pierde vigor el escalón hacia los recuerdos más profundos, de los días de antaño soñolientos, marcados por los aciertos y los infortunios del tiempo.

Escuchas la radio para estremecerte por el último atentado a la humanización, que no llegas a comprender, en una existencia global marcada por la realidad más virtual. Tu alma se retuerce al pensar, que la noticia pronto será un recuerdo más a olvidar, mientras te aferras a la última sensación de sensatez para comprobar la verdadera humanidad, que sirve como apuesta, en el juego del azar.

Tu mente todavía no llega a entender, que el único juego válido en la corta vivencia de tu existencia, es el de una realidad de coronas y tronos ¿Eres jugador? Te preguntas, aún asumiendo, que en el 98% de tus probabilidades "la banca siempre gana". Banca que forma parte de una economía ficticia, pues ya se sabe, que en el azar, el dinero siempre es un concepto que no se llega nunca a materializar. 

No puedes parar, recuérdalo, porque si paras, el juego se detiene en lo más profundo de unas ansias que están por inventar, para poderte enseñar a ti, sí a ti, compañero de me abrazas con tu mirada, porque tú ahora mismo, eres ese cualquiera que no conozco, pero que por un momento, aunque sea, por un instante, compartimos un mismo destino cruzado en el umbral del punto del destierro del invocado incierto. Punto que nos envuelve, como una manta de vieja escarcha, de coronas de mullidas telas y aromas, para emerger en la nada más cierta de un cuadro pintado en un tiempo atrás, que nos sirve de soporte futuro para las más humildes de nuestras banalidades. Quedando claro, forastero de mis recuerdos, que por segundos compartimos vuelo, es ahora cuando te explico que si paras el juego, va a ser la muerte la que abrece nuestros anhelos, ganadora siempre en la partida de los indecisos vestidos de miedos. 

Muerte que nos quiere mostrar el arte en su caminar,  que también el arte, fue durante un instante preciso, un cualquiera para nuestros sentidos, para hacernos comprender que la guerra es la antesala de la partida ganada al valor y a la bienaventuranza.

Quién no lleva su Guernica dentro, yo lo siento, yo lo entiendo, yo veo la visión de un niño harto de sufrimiento. Un chiquillo en ese momento de inocencia, de intentar pintar su realidad a la más alta conveniencia de la humanidad para postrarse ante ella. Todos somos un Guernica, un punto de Miró, el blanco de Sorolla, un pedazo roto de un cuadro de Dalí, la grandeza de un corazón de naipes de Juan Gris, o esa inocente libertad kandiskiana colgada en la pared, pendiente de la holgura de un hueco, para no dejarse caer al suelo del destierro.

Todos somos arte y aburrimiento, todos somos colas y cabezas al mismo tiempo. Todos somos una extraña pareja de sentimientos, en el póker del abismo y el sueño eterno, donde las apuestas no tienen dueño, y gana el viajero que no se ha parado en el desasosiego, para crear un arte de movimiento, mientras juega con sus propias reglas, marcadas por los años y por el fuego, de un presunto infierno descrito por el Testamento.

Es cambio, aunque no se haya votado en la elección del incauto de convicción, es cambio en tu palabra y en tu encanto, para que leas mis palabras en el arrobamiento de lo más sincero, obviando lo vulgar, para encontrar nuestro lugar fuera de colores de papeletas y urnas de cristal, que opacan nuestra más sincera actitud de cambio a una modernidad, lejos de la virtualidad, que haga plasmar en la dimensión de lo desconocido una cierta espiritualidad en la autentica verdad, de que el mundo vuelve a tener su lugar, fuera de los burdos animales y mudos personajes. Nada se puede hacer ante la elección de lo distinto y de lo etéreo, nada se puede hacer ante la muerte del ingenuo deshecho, por creer en la reinserción de lo vivo por no estar podrido en el hastío.

Sólo cabe esta realidad... la realidad de la ventura en la esencia hacia la libertad de las palabras, que describen las acciones de las más nobles batallas ganadas al pasado, tal y como lo hemos configurado.

Todo ha cambiado, el sur se convierte en norte, pasando por el este que se mezcla con el oeste. Ya no existen puntos cardinales, porque los mapas han dejado de ser la expresión de la localización. Ya no tienen sentido las coordenadas, porque con tan sólo una línea, lograremos proyectar hacia el infinito nuestras almas, a los distintos rincones de una tierra soñada pero no conquistada.

Déjame que entre a través de tus ojos, para que mañana sientas la espalda sudada por la noche más estrellada, y el vértigo de tu escalera deshojada de peldaños del pasado. Déjame que te convenza de que es posible la ausencia de guerra, porque nuestras líneas hechas trazos se pueden cruzar en la encrucijada del azar, para hacernos cambiar a un bienestar general, de esta nuestra sociedad, que nunca dejará de ser nuestra socia por tener la suficiente edad.


martes, 1 de diciembre de 2015

En escena

Se dibuja la expresión más conocida del actor.
Sale a escena con el corazón roto por su propia pasión.
No quiere hablar, no quiere gritar, no quiere correr, no quiere ver, 
por un momento su cuerpo se convierte en algo inane.

Tan sólo quiere sentir el pensamiento de la joven, que se retuerce de placer
en el asiento del lado izquierdo. Nota su calor por un momento,
lo hace suyo. Hace volar su imaginación a tan burda idiotez, de 
complacerla besándole los pies, sin tocarle, su más preciado refugio
oculto, tras el onírico bosque, de rameras y pulsionales princesas.

Siente su poder como una serpiente indolora, basta e ingenua, ante
la adversidad de ese verso, que no brota del pensamiento del actor, 
cuando está en pleno ensueño, que repta para inducir a su víctima
al aplauso complaciente, ligero de vuelo, sin evento para su encuentro, 
sin estruendo, sin sentido en el lago de los asientos.

¡Pobre serpiente! piensa mientras se escapa otra estrofa,
qué venera a la falsa amada, cada vez más domada por sus palabras.
¡Si supiera, esta bella dama, más joven que la primera luna de mis mañanas,
que esas dúctiles estrofas, son cantadas cada semana, para otra joven
desarmada en la esquina inferior, de sus piernas mal aprovechadas!

Es ahora cuando siente el cándido ambiente, de los alientos de sus 
pacientes costaleros de poemas. que construyen el trono de la
complacencia, en una amanecer todavía incierto, en el devenir de parecer
envuelto en sueños.

Es ahora cuando no cesan las palabras, los gestos, los movimientos,
hasta llegar al más estúpido de los agotamientos. Su ser se deviene
entre personajes. que confunde, sin saber quién es él, en una locura 
de frases, unidas al baile de su cuerpo, para hacer más real un guión,
que ya no parece pertenecer a su dueño.

Se para, hay elocuencia en su estampa de personaje sin capa, observa 
a la misma joven, la elocuencia se pierde otra vez, en la imaginación
de verla a ella en el escenario junto a él. Pero las piernas de la dama,
son todavía demasiado pueriles, para cabalgar en las tinieblas de las
sombras de la primavera, entre sables y espadas.

Termina el guión, agacha la cabeza, esta vez, la serpiente no repta.
Culmina su poder, su mirada se dirige a la salvaguarda más cercana.
No tiemblan sus piernas, pero sí las canas de su melena, mientras camina
hacia las bambalinas, cuevas de esperanzas, en tierra de nadie, futuro de
los aplausos repetidos contenidos en el tiempo.

Sus ojos descansan, vuelve la ordinaria mirada, recuerda a la última amada.
Cierra la puerta, y se queda a solas con su alma, hasta la próxima semana, 
para preparar la misma actuación,  que finalizará con el adiós 
de Don Ignacio Quirós, al candor de otra extraña joven, a la que ya
no volverá imaginar más en su constelación de actor, por convertirse
en vulgar, para el acierto divino, de un onírico poema fugaz, marcado
por el destino.