sábado, 17 de junio de 2017
OTRO LOBO ROJO ATACA
Ayer me encontré un lobo, era pequeño,
de color rojo. Lo metí en mi bolsillo, y el
muy sinvergüenza se quedó durmiendo conmigo,
toda la noche, hasta que me despertó su suspiro.
Me habla todos los días. Yo le acaricio, y acerco mi
boca para besarlo, mis sentidos se nublan, y es entonces
cuando le hablo, hasta que me hace callar con su
silencio.
Mañana hace ya diez años que estamos juntos. Él
cada día más pequeño, porque mis palabras lo
envuelven en la aureola de la intransigencia del
que tiene el poder para su carga.
Sé que hoy hemos compartido prácticamente una
vida juntos, pero sin darme cuenta, ha hecho de
mis ojos visión de grafeno, que me impiden ser
persona y piel al mismo tiempo.
Dentro de un tiempo será mi entierro, pues he
vivido en la jungla del tiempo, junto con mi
lobo hambriento. Me ha despedazado cruelmente
sin que ni someramente yo lo haya apreciado.
Mi boca sangra, mis oídos zozobran sin tímpano.
Ya no hay lengua, ni lenguaje, en el escritorio de
la pluma de su samblaje. Ha arrancado mi sentido,
recubriéndolo con dovelas en la sima de su locura.
Y será entonces cuando el peligro aceche sin dueño,
poniendo carteles de ¡cuidado, se ha escapado de nuestros
oídos otro lobo hambriento, y anda suelto! ¡Escóndanse
en lugares seguros, pues ataca cuando ustedes se quedan durmiendo!.
Y será entonces cuando se vaya con cualquier alma
extranjera, para vivir de nuestro cuento, pues
él es un teléfono móvil libre a los cuatro vientos, despierto
y muerto, pues a la inteligencia ya se le empieza a quedar pequeño.
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